Se levantó sintiéndose mejor, las náuseas y el mareo habían desaparecido. Abrió las ventanas para dejar entrar el aire fresco.
Fue a lavarse la boca para quitarse el mal aliento y poder comer lo que quedaba del pan de nata, que sólo era suficiente para entretenerle el hambre.
Eran las tres de la tarde, si lograba espabilarse en media hora, podría llegar a tiempo a la merienda, y seguro habría más pan de nata.
Se vistió y recordó que tenía que hacer la nota de disculpas. Suspiró con pesadez, pero lo vio como una manera de pasar el tiempo en lo que llegaba la hora de la merienda. Tomó una hoja de papel en blanco y comenzó a escribir:
Estimada Isabel
Desechó ese primer borrador, si es que se le podía llamar así. Tomó otra hoja de papel y comenzó de nuevo:
Estimada Señorita Urdiales
Revisó con la nota de Matthias que estuviera bien escrito y continuó con cuidadosa caligrafía:
Lamento mucho haberla ofendido en el baile y no tomar en cuenta todo lo que ha hecho por nosotros desde que llegamos. Fue desconsiderado de mi parte y ofrezco mis más sinceras disculpas por la falta que cometí.
S.A.R. Robert Clayton Drake
La leyó y le pareció un resultado prolijo y apropiado. Luego dobló el papel para ponerlo en el bolsillo. Faltaban veinte minutos para la merienda y pensó en dar un pequeño recorrido al palacio en lo que se llegaba la hora.
Admiraba las pinturas que colgaban de las lujosas paredes, era la primera vez que tenía tiempo para apreciarlas con detenimiento. Había leído sobre el arte llatense, pero era muy distinto verlo de cerca. Los colores vibrantes de los óleos, los detalles preciosistas y el uso de los claroscuros para aumentar el dramatismo lo impresionaban, creyó conveniente hacer una visita a los talleres de pintura y a la Academia de Artes.
—Parece que está mejor, Su Alteza —le dijo Matthias, sacándolo de sus pensamientos.
—Sí, ya me siento bien —le respondió, sin quitar la mirada del efecto de movimiento en los ropajes de una mujer haciendo penitencia con devoción—. Gracias por preguntar.
—Vine para saber si quiere participar de la merienda.
—Sí, gracias —se volvió hacia él y comenzaron a caminar, luego sacó del bolsillo la nota—. Hice lo que me pidió.
—Bien —el consejero tomó la hoja de papel y la leyó—. Es una disculpa apropiada, aunque debería agregar un detalle personal cuando se la entregue.
—¿Espera que dibuje un clavel en los márgenes como en las cartas que le hice a mi madre cuando tenía siete años?
—Pensaba en algo más sutil para mejorar la impresión que tiene de usted una mujer ofendida.
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La flor de azahar
Romance"No dejaba de pensar en sus brillantes ojos cafés, el sonido de su risa alegre, ni en el aroma sedoso y delicado de su perfume. Trató de evocar la fragancia de la forma más vívida que podía: era una esencia sobria de flores de azahar y jazmín, que l...