Aunque Matthias tenía el cuerpo lleno de erupciones y permanecía recluido en su habitación por la vergüenza, no fue ajeno a todo el jaleo en el palacio ocurrido por el accidente de Isabel. Él y el Presidente asomaron por las ventanas sus rostros enrojecidos, viendo el heroísmo con el que su futuro regente llevaba a la dama de compañía desmayada en sus brazos y sangrando. Se miraron, Matthias hizo una expresión de suficiencia y el Presidente le pasó un billete a través de la vidriera con resignación.
No era que el Señor Meyer hubiera mencionado algo al respecto con él, pero si el príncipe no fuera tan obvio, tal vez pudiera haberlo negado todo, en vez de sólo ser ambiguo. Tampoco había sido su idea apostar nada, pero si el Presidente proponía algo de esa clase, no creía que pudiera perder, y si algo le satisfacía mucho, eso era ganar. El legislador creía que habría un acercamiento importante hasta el baile inaugural de las fiestas de Santa Clara, Matthias, con la información que sabía hasta el momento, pensó prudente arriesgarse a que algo sucedería antes.
—Si usted no hubiera mencionado una apuesta, aún conservaría ese billete —le dijo, con una sonrisa.
—No se me hubiera ocurrido una si usted hubiera sido terminante con que sólo eran ideas mías. Para ser un consejero, usted es muy indiscreto.
—Oh, por favor, Charles —le respondió con un poco de molestia—. No hable como si usted pudiera hacer un mejor trabajo que yo, que bastante difícil es guardarle los secretos a alguien que no hace más que exponerlos.
—Tendré que darle la razón en eso, Meyer —dijo, mientras volvía a su reclusión.
Matthias suspiró con preocupación. Si el príncipe seguía actuando de manera descuidada, podría muy bien empezar a olvidarse de su Señorita Urdiales, no podía ir por ahí exhibiendo sus sentimientos en la solapa, eso le causaría problemas con su madre, o peor, asustar a la mujer a quien le dedicaba sus afectos.
Volvió a su asiento en la mesita que habían puesto para que pudiera tomar sus alimentos en la habitación, mientras pensaba en cómo ayudarlo desde su encierro. Tal vez, si la princesa no estuviera castigada, podría pedir su asistencia, pero tenía que echar mano de los pocos contactos que tenía en ese momento, uno de ellos era el duque, quién era demasiado atolondrado para contar con él, o el Presidente, a quién había decidido no decirle mucho.
Escuchó que tocaban a su puerta y abrió.
—Meyer, me estoy aburriendo como una ostra, si le puedo ser útil al chico con un romance de verano, lo haré.
Matthias sonrió. Le alegraba mucho que Charles fuera tan práctico como para limitarse a creer que se trataba de algo temporal, lo que significaba que sería discreto. Finalmente, se trataba de ese pacto secreto entre hombres, si una chica le interesaba, no había nada malo en ello, la vida era muy corta como para no participar en la diversión de lograr que se formara una pareja, por breve que eso fuera.
El Señor Meyer lo hizo pasar, aunque ambos tenían motivos distintos para hacer un plan y fuera un hecho que él se guardaría la mayor parte de la información, quiso sacar el mejor partido de la situación.
—¿Y bien? —le preguntó Matthias— ¿Qué habilidades usted puede aportar a esta noble tarea?
—Bueno, cuando yo era joven...
—Charles —lo interrumpió—, no estamos aquí para presumir nuestras conquistas, mi pregunta fue muy clara.
—No tiene que ser tan agresivo.
—Oh, es que no quería verme en la necesidad de hablar de las mías y hacerlo sentir mal. Eso sí lo encontraría agresivo.
El Presidente soltó una carcajada.
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La flor de azahar
Romance"No dejaba de pensar en sus brillantes ojos cafés, el sonido de su risa alegre, ni en el aroma sedoso y delicado de su perfume. Trató de evocar la fragancia de la forma más vívida que podía: era una esencia sobria de flores de azahar y jazmín, que l...