Cap. 19

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Muy Estimada Señorita Urdiales,

Me alegra que se haya permitido utilizar papel nuevo para las instrucciones que envió, consideraré que eso significa que ya no está tan molesta conmigo, que usted utilice un tono tan desenfadado para demeritar mi trabajo lo confirma.

Tardé más de lo usual en enviar las instrucciones debido a otras actividades. Espero que no sea algo que le cause rencor hacia mí, y si así es, le ruego que no le tome demasiado tiempo el perdonarme. No me gustaría que eso provocara un malentendido innecesario, pues sería muy incómodo para usted volver a tener que escribir sobre una roca y con un lápiz gastado sólo para castigarme.

Considere que la tengo en la más alta estima.

S.A.R. Robert Clayton Drake


Le parecía raro que Isabel le hubiera devuelto la carta que le envió, él creyó que estaba en el mismo tono bromista que la de ella. Con franqueza, no entendía por qué lo hacía, así que leyó su respuesta.


S.A.R.

¡Pobre de usted! Debió ser traumático el recibir una carta que no se ajusta a sus estándares. Lamento no tener la decencia de disculparme por no desear utilizar materiales que no creo que usted merezca que use para comunicarme. No es porque le guarde rencor, no imagine que le tengo en mi memoria más del tiempo que mi trabajo y este reto (que usted propuso) me permiten, es porque no tengo el más mínimo interés en dedicar más recursos a alguien que los tiene todos.

No necesito que me considere en su más alta estima.


Ni siquiera la había firmado y tampoco había adjuntado instrucciones nuevas, podía escucharla gritarle sus palabras; devolverle la carta era equivalente a lanzarla a la cara. No era el resultado que él esperaba, él creía que ambos estaban bromeando ¿no? ¿O era que había entendido mal el tono? Por desgracia para él, ya no podía enviar otro mensaje disculpándose, pues esa misma noche partía para Yatán con Anthony, Matthias y el presidente del Parlamento. Le avergonzaba mucho la situación como para decírselo a Jane, y Erika estaba demasiado ocupada organizando su mudanza de regreso a Phrenylle como para ir a importunarla con sus problemas. Harry era la última opción, puesto que se negaba a tener a Matthias molestándolo con eso todo el viaje. Pidió a un lacayo que le llevara un mensaje para que lo viera en el jardín del palacio esa misma tarde, haciendo énfasis en que era de suma importancia.

Su primo se presentó a la hora acordada, con gesto relajado, llevando en su bolsillo una caja de naipes, por si acaso el asunto de vida o muerte tenía que ver con eso. Harry nunca se tomaba en serio las situaciones de urgencia, y aunque mantenía la cortesía en su puntualidad perfecta, llegaba a todos lados con un rostro sereno, si podía solucionar algo, eso era bueno, y si no, al menos cumplía haciendo acto de presencia.

Se sentó a su lado en una banca que estaba bajo un ciruelo frondoso.

—¿Qué pasó? —le preguntó, mientras alzaba la mano para tomar un fruto maduro— ¿A qué se debe la urgencia?

—Léelo —le respondió, mostrándole las últimas tres cartas de su correspondencia.

Harry soltó una carcajada al terminar de leerlas.

—No puedo creer que le hayas escrito esto.

—Estaba bromeando, ella también lo hizo.

—La intención debía ser hacerla reír, no ofenderla. ¿En qué estabas pensando?

La flor de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora