Cap. 18

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Isabel hubiera preferido no aceptar el aumento y el nuevo día libre con tal de evitarse la carga de trabajo que tenía. Seguía pensando que era egoísta de parte de Don Gabriel acapararla como si él fuera su patrón, ahora, rara vez podía tomarse un respiro durante sus jornadas laborales y tenía menos energía para tejer su chal y además cumplir con el reto del príncipe. En buen momento se le había ocurrido a ese sujeto tentarla con veinte madejas de hilo. Estaba en la biblioteca, maldiciendo por dentro, cuando le entregaron el sobre que venía de parte de Su Alteza, hubiera querido abrirlo por la noche, pero no pensaba priorizar sus tareas del día, estaba muy cansada como para tener esas consideraciones con Don Gabriel o con el rey, quien no había hecho nada por aligerar su trabajo. Abrió el sello de mala gana, siendo una tarjeta lo primero que veía, tenía un pájaro regordete que la miraba fijamente y que le parecía muy simpático, tanto que pudo sacarle una sonrisa, pero la línea que estaba debajo la hizo reír a carcajadas. "Una pequeña muestra de lo que recibirá en el producto final", podía imaginar al príncipe diciendo eso, con un gesto de suficiencia al demostrar sus habilidades con los lápices. Tomó una hoja de papel para responderle.

S.A.R.

A riesgo de parecer caprichosa, me temo que no puedo esperar demasiado del producto final que tanto promete. Mientras yo le dedicaré la mayor parte de mis horas libres, usted sólo se limita a dibujar bonitas tarjetas de aves en lo que parece una cuestión de minutos por la forma en que realizó los trazos. Ambos sabemos que usted es más competitivo que eso, sería un intercambio injusto para mí, aunque asumo mi responsabilidad al no ser específica con usted. ¿Cómo sabría mis expectativas si no se las dije? En el Anexo incluiré mis propias instrucciones.

De nuevo, espero no parecer impertinente.

Isabel Urdiales

Terminó de escribir las instrucciones, para luego sellar la carta, creyendo prudente enviarla lo más pronto que podía, así él no lo vería como una trampa para atrasarlo en su parte del trato. Al final, la tarjeta que había hecho le parecía linda y sólo quería molestarlo un poco, así que esperaba que él no se lo tomara a mal. Decidió agregarlo a la bolsa de correspondencia, al cabo que debía enviar otra compilación de información y si alguien tenía que pagar los envíos de cartas a un país tan alejado, ese debía ser Don Gabriel, era lo menos que merecía.

Por la tarde, fue a ver a Carmen, quien en los últimos días se comportaba resentida con ella debido a que pasaban menos tiempo juntas.

—¿Sigue enojada conmigo, Su Alteza? —le preguntó, al entrar a su habitación y verla con cara de pocos amigos mientras hacía sus deberes.

La niña suspiró de alivio al verla y negó con la cabeza.

—Lamento haberme enojado, Isabel, sé que no es tu culpa que tengas que hacer otras cosas más ahora. Ya le reclamé a papá, Don Gabriel puede contratar a alguien para hacer eso.

La dama de compañía le agradeció en sus adentros por decírselo al rey.

—Supongo que me tiene confianza.

—Eso no importa, Isabel, es un abuso.

A la joven le parecía muy tierno que intercediera por ella, a pesar de saber que sus intenciones fueran un tanto más egoístas que señalar el hecho de que Don Gabriel la estaba explotando.

—Bueno, entonces veré cuánto ha avanzado en sus tareas. Espero que no piense que eso también es un abuso.

—Abuso que el profesor siempre me deje tanto trabajo —esa semana, era propio de ella quejarse en todo momento de eso, aunque no era verdad.

La flor de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora