Cap. 17

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Isabel se sentía mareada por tantas preguntas a las que la habían sometido Eva y su hermana hacía una hora, por lo que decidió salir de la casa tan pronto llegó. Ni siquiera le preocupó que su mamá la regañara por no quedarse a comer, necesitaba acallar el ruido que tenía en la mente y decidió irse al lugar al cual acostumbraba huir, un arroyo alambrado por acacias y en el que crecían girasoles cuando no corría el agua durante el verano. Por mucho, era su lugar favorito, la vegetación espinosa y ruda de ahí aseguraban que nadie la molestara cuando quería estar sola y estaba a la suficiente distancia de casa como para evitar que la encontraran pronto.

Llevaba su bolsa con las madejas de lana para seguir elaborando el chal, aunque comenzó a frustrarse por su falta de concentración. No podía dejar de pensar en todo lo que le dijeron Mariela y Eva y, por más que creyera que no tenía sentido lo que ellas imaginaban, consideró que tal vez ella no quería pensar en esa posibilidad para no decepcionarse. Negó con la cabeza para sacudirse sus palabras.

Un príncipe. Interesado. En ella.

La sola idea le parecía ridícula. ¿Qué se suponía que vería en ella? Estaba muy consciente de que no era muy diferente a otras mujeres y de que no había nada especial en ella como para llamar la atención de alguien como él.

Volvía a escuchar en su cabeza a Eva diciendo "Él es quien decide si le gustas o no", lo cual no ayudaba. Se apartó de la sombra de la acacia y dejó que el sol comenzara a cocinarla en esa tarde calurosa, le hubiera gustado mucho ser un girasol en ese momento, perdida entre la multitud de flores amarillas en el lecho del arroyo, viviendo tranquila, esperando la llegada del agua para morirse y no tener que preocuparse por nada nunca más.

Suspiró, agradeciéndose por no haber dicho nada sobre el reto que le había propuesto, aunque no pudo evitar empezar a analizar cada segundo que había compartido con él, lo que terminó por agotarle la paciencia. Volvió a su árbol y hundió el rostro entre las manos. Después de su rompimiento con Eduardo, había sido problemático para ella imaginarse en una situación romántica, no porque no lo deseara, más bien por todas las complicaciones que implicaba: el no saber lo que la otra persona pensaba, las expectativas que debía cumplir (sobre todo en la parte del afecto físico), saber si era el hombre adecuado, y por último, la más importante y difícil de todas, estar segura de que no terminaría con el corazón hecho pedazos. Para ella era más conveniente pensar que él sólo buscaba ser su amigo, así se evitaba ilusionarse e intentar ver señales donde no las había. Estaba decidida a que si un hombre no le pedía de manera explícita su autorización para cortejarla, ella no iba a caer en el juego de enamorarse antes de tiempo. Si era verdad todo lo que su amiga y su hermana asumían de la convivencia de un par de semanas, él tenía que decírselo en la cara, aunque no por eso iba a desperdiciar la oportunidad de obtener veinte madejas de hilo. Era precavida, no estúpida, por lo que antes de que se le esfumara la idea, escribió con un lápiz gastado en un pedazo de papel que encontró en su bolso lo que le contestaría, ya lo llevaría al día siguiente a la oficina del correo. Ella no iba a esforzarse más de la cuenta con alguien que no le interesaba y que no era claro en sus intenciones.

Volvió a la casa, creyendo que su madre la regañaría, aunque no lo hizo, pensó que podía deberse a su confrontación con Eduardo. Lo único que le dijo fue que necesitaba que la ayudara a limpiar, a lo que no se negó, eso la haría distraerse por un buen rato. El resto del día transcurrió sin ninguna novedad y al finalizar, tenía el cansancio suficiente para poder descansar sin tener que pensar en todas las cosas que la abrumaban.


***

Recibir un sobre pequeño de Yatán le emocionó más de lo que podía ocultar. Ni siquiera esperó a llegar a su habitación para abrirlo, así que rompió el sello mientras caminaba a través del largo corredor del castillo, le parecía que había pasado demasiado tiempo para recibir una respuesta. Se decepcionó un poco al ver lo corta que era, sus expectativas no involucraban diez páginas de palabras, pero era sólo un trozo de papel mal cortado, con unas cuantas frases garabateadas en lápiz. Con todo lo que tardó en escribir, ella podía haber sido un poco más elocuente y poner más cuidado en la presentación.

S.A.R.

Acepto de buena gana el reto que me ha propuesto, pero como desconozco las disciplinas en las que Su Alteza destaca, usted tendrá que hacer un compendio enciclopédico sobre el tema que mejor le parezca, me interesan igualmente la botánica y la zoología.

Esperando no parecer impertinente.

Isabel Urdiales

"Me parecen más impertinentes los bordes irregulares de tu carta, Isabel", pensó al releerla. ¿Por qué ni siquiera se había molestado en escribir en una superficie limpia? La parte posterior del papel tenía manchas de tierra, tal vez era una especie de lenguaje en el que le decía que gracias a todo el trabajo que le había ocasionado, no merecía ningún esfuerzo de su parte. Lejos de ofenderlo, lo encontró estimulante, si ya estaba predispuesta, tenía que convencerla de seguirle escribiendo, una nota corta había funcionado la primera vez, pero no estaba seguro de qué decirle para mantenerla interesada en hablar con él. Tampoco creía que fuera buena idea recurrir de nuevo a Jane.

Al llegar a su habitación, guardó la nota en su bolsillo, para luego sentarse al escritorio y hacer la respuesta. Intentó con varias frases que le sonaban ingeniosas, pero todas terminaban con un efecto sarcástico que no deseaba. Nunca hubiera imaginado que la carta menos esforzada que había recibido en su vida fuera la más difícil de responder. Echó la cabeza hacia atrás, dejándose envolver por el canto de un petirrojo que se colaba a través de la ventana. Se acercó para lograr ver al ave y lo encontró en las ramas de un árbol cercano. Eso le dio una idea, ella ya había mencionado que le gustaba la zoología, así que tomó uno de sus lápices para dibujar al pájaro, plasmando al más bonito ejemplar de todos, escribiendo en el borde "Una pequeña muestra de lo que recibirá en el producto final", seguro eso le enseñaría a Isabel lo que era una respuesta apropiada.

Incluiría el dibujo en el siguiente patrón que enviaría, esperando mantenerla interesada en seguir hablándole, así que lo ocultó bajo las demás hojas de papel en blanco. Después de un rato, su hermana apareció en su habitación, sin avisar.

—¿Por qué no tocas la puerta? —le recriminó.

—Porque esto te interesa —le respondió, extendiéndole lo que parecía una invitación.

Él miró el papel, extrañado, mientras leía. Sus facciones se relajaron y luego sonrió.

—¿De verdad Ellis Preston hará una exposición en la galería de la universidad? —preguntó, con los ojos iluminados por completo.

—Te dije que te interesaría.

—¿Cómo lograron que viniera? Hace quince años que no se presenta en público.

—Madre obligó al rector a organizar ese evento, seguro su elocuencia lo convenció —respondió con una sonrisa cínica—. Habrá un montón de haraganes de la corte a quienes pueda forzar a financiar el nuevo hospital. Su típico juego en las sombras para conseguir lo que quiere.

—No puedes quitarle el mérito de volverles útiles de vez en cuando.

—En eso tienes razón, ya les había dejado en paz por suficiente tiempo.

Robert volvió a mirar la tarjeta.

—Ellis Preston, Jane, aún no lo puedo creer.

—No te vayas a desmayar cuando lo conozcas, eso sería muy vergonzoso —Jane le quitó la invitación— ¿Crees que termines todo lo que tienes que hacer para el sábado?

—Podría terminar mi trabajo esta noche si eso significa conocer personalmente a Preston —respondió, sin dejar de sonreír.

—Lo imaginé —ella salió de la habitación de la misma forma en la que había llegado, sin decirle nada más.

Él se fue después y buscó a Matthias, quien también acababa de enterarse de la exposición, no estaba tan entusiasmado como él, pero prometió ser de ayuda para concluir labores antes de lo propuesto.

Durante un par de días, estuvo tan emocionado que olvidó enviar la respuesta a Isabel, acordándose cuando debieron mandar al rey Félix el aviso de quiénes estarían en la visita que sucedería en un par de semanas. Tampoco había empezado el compendio para el reto que él mismo inició, así que se propuso dedicarle todo su tiempo libre después del evento de fin de semana. Tomó el sobre con las nuevas instrucciones para la señorita Urdiales y añadió la tarjeta que había hecho, esperando que ella no tardara tanto en responder, como la última vez.

La flor de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora