—Oye ¿te pasa algo?
Harry había llegado de visita para jugar a las cartas con su primo, como cada semana, antes del anochecer. Lo notó raro desde que llegó, más distraído de lo usual, y eso le parecía decir mucho. Era definitivo que Robert no era la persona más enfocada que conocía y esa tarde estaba menos interesado en el juego que lo acostumbrado, así que creyó necesario preguntar, sobretodo después de enterarse de lo que le había sucedido en la casa de la condesa Riviére.
—¿Qué? —le preguntó, mientras miraba sus cartas, sin prestarles atención a ellas, o a su primo.
—Que si estás bien —reafirmó, quitándole las barajas de la mano, para obligarlo a mirarlo.
—Sí, creo que todavía estoy cansado del viaje, es todo —le respondió, tratando de sonar convincente.
Harry no le creyó porque ya habían pasado días desde su llegada y pensó en la pelea que había tenido con su esposa durante la mañana por su participación en los rumores.
—Ya sé lo que hizo mi cuñada —le dijo, con un tono comprensivo, después de verlo bajar la mirada—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No quería causar problemas, pero las cosas se complicaron después y se volvió más difícil hablarlo —le contestó, con tranquilidad.
—Lo lamento.
—No es tu culpa, Harry —le dijo, pero viendo su preocupación creyó prudente decirle el verdadero motivo de su distracción—. Es por algo más que estoy así. Conocí a alguien.
Su primo abrió mucho sus enormes ojos azules mientras su fuerte mandíbula caía por la sorpresa.
—Eso es... reconfortante. Me sorprendía que estuvieras tan tranquilo hace treinta segundos que te pregunté por la hermana de Mina y eso me mortificó mucho. Son buenas noticias, aunque por algo lo mantienes oculto.
—Es que no quiero apresurarme, madre podría tomárselo a mal y eso sí me causaría problemas.
—Entiendo —le respondió, llegando a una conclusión rápida—, no es de una familia noble ¿cierto? No quiero decir que es lo que se esperaría de ti, pero sí es lo que yo esperaría de ti.
—No entiendo cómo es que no te toma por sorpresa —suspiró y confesó—. Es la dama de compañía de la princesa Carmen.
—Bueno, nos criamos juntos, para mí cualquier decisión que tomes es predecible. Además, no te atraen las mujeres nobles, eso siempre fue obvio.
—Yelena era... —inició la oración, sin poderla terminar.
—Tu excepción a la regla porque era buena contigo y te quería —le indicó, sabiendo que era verdad lo que decía y que eso no iba a hacerle daño a su primo, pero igual causó un silencio incómodo.
—¿Recuerdas a Miss Gaiman? —le preguntó después de un rato, para aligerar más el ambiente.
—No puedo olvidar a la mujer más bella que he visto —le respondió, con sinceridad.
—¿Ves? Te echaste a perder cuando conociste a la muy hermosa y amable institutriz de Jane. Tienes debilidad por las nanas y maestras.
—Sé que Matthias diría algo al respecto.
—Hace tiempo leí que es completamente normal que los hombres busquemos mujeres que podrían ser buenas madres. Tú te fijas en las cualidades de crianza, yo, en cambio, en el tipo de fisionomía.
—Eso explica por qué eres tan primitivo.
—Al menos yo tengo la decencia de aceptarlo.
—¿Qué estás sugiriendo? —le preguntó, con mirada inquisitiva.
—Que de un tiempo a la fecha te preocupas demasiado por la imagen que otras personas tienen de ti, lo cual me parece triste porque no has hecho nada malo.
—No es lo que otros piensan.
—Bueno, no fue muy inteligente dejarte ver con mujeres de reputación cuestionable a plena luz del día ¿y qué? No es como si los hombres más respetables de la corte, que paradójicamente son quienes más te señalan, no engañaran a sus esposas con ellas. Al menos tú no rompiste el corazón a nadie.
—Creo que lo ven como un rasgo de imbecilidad.
—No digas eso, el problema es que tú tienes el valor de mostrarte tal cual eres, si no proteges tus propios secretos, es obvio que no vas a permitir los juegos en las sombras que planean para ti cuando te coronen, y eso es bueno. Ya quisieran ellos tener la mitad de tu decencia... y de las cortesanas con las que te metiste sin tener que sobornarlas.
—¡Harry! —le reprendió.
—Bueno, eres apuesto, dulce y tienes nobles sentimientos, hasta yo me sentiría honrado de tu atención si no fuéramos familia.
—¿Cómo es que la conversación llegó a esto? —le dijo, un poco incómodo con los halagos de Harry.
—Pues es para que tomes las riendas con esa chica y no esperes demasiado tiempo, con todo el trabajo que te cuesta el sentir cariño hacia alguien —luego comenzó a enumerar—. Quitando que eres un príncipe y ya por eso deberías tener la guerra ganada con ella, tienes esos ojos soñadores a los que ni yo me puedo resistir, llevas una higiene impecable que ya nada más por eso le tienes ventaja a todos los tipos rancios que conocemos, te mantienes en buena forma, tienes bonito cabello, pero lo más importante, tu corazón está lleno de bondad. Cualquier mujer que te quiera puede sentirse feliz de tenerte a su lado.
—No tienes que decir todas esas cosas.
—Claro que te lo tengo que decir, nadie más te lo dice. Te acostumbraste al desprecio con el que te trata Jane. Siempre he pensado que no debes permitir que tu hermana sea poco amable contigo.
—Yo también la trato así —Robert creía que su primo se había apasionado mucho con el tema.
—Pues entonces no lo hagas, porque por eso te maltrata.
—Harry, no me estoy quejando de ella, ni ella de mí. Todos los hermanos se llevan así.
—Supongo... —repuso, después de pensar en que no tenía caso haber mencionado eso. Al final del día, él era hijo único y no sabía cómo funcionaban esas dinámicas. Lo más cercano que tenía a eso era Robert, y siempre se había preocupado de que se sintiera apreciado por él. Pensó que era mejor retomar la idea inicial.
—¿Y cómo es esa dama de compañía? —preguntó, esperando ver su reacción al mencionarla. No se decepcionó, vio cómo sonreía y se iluminaba su mirada al pensar en ella.
—Es amable y paciente, aunque también es lista y muy competitiva. Juega a las cartas mucho mejor que tú.
Harry no podía evitar sonreír al escucharlo.
—¿Cómo se llama?
—Isabel, y tiene los ojos cafés más bonitos —después se cubrió el rostro para ocultar que se había ruborizado.
—Debe de gustarte mucho para que te expreses así.
—Aunque prefiero conocerla mejor antes de creer que estoy enamorado y causar que alguien salga herido.
—Es bueno tomar esas precauciones. ¿Y cuál es tu plan?
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La flor de azahar
Romance"No dejaba de pensar en sus brillantes ojos cafés, el sonido de su risa alegre, ni en el aroma sedoso y delicado de su perfume. Trató de evocar la fragancia de la forma más vívida que podía: era una esencia sobria de flores de azahar y jazmín, que l...