El séquito real había ido a recibirlos a la estación de tren. No era un gran número de personas, sólo el jefe de la Guardia Real, el presidente del Parlamento y el duque de Lakewood,que estaban presentes para llevarlos de regreso al castillo. El príncipe hubiera preferido que su primo Harry estuviera ahí, a tener que soportar a su tío Edward, quien siempre encontraba algo que criticar.
—¿Qué tal Yatán? —preguntó, con un tono desdeñoso.
—Es un lugar muy próspero.
—¿Eso es todo? —le dijo en tono burlón.
—Tío, estoy un poco cansado por el viaje, cuando me recupere, te hablaré más de eso —no quería sonar grosero, pero le resultaba un tanto difícil.
—Entiendo... Esas mujeres yatenses debieron dejarte molido —continuó el otro hombre, con la intención de molestarlo—. ¿Son tan apasionadas como dicen?
—Lo siento, tío Edward, pero me gustaría saber ¿en qué momento te di a entender que quería seguir hablando contigo? —le contestó, con un tono condescendiente.
Al duque no le gustó esa respuesta, pero su posición le impedía reclamar eso a su futuro rey.
—Cómo diga, Su Alteza —le respondió, a regañadientes.
Matthias había escuchado todo el intercambio de palabras y con una mirada al presidente del Parlamento, comprendió que él también hubiera preferido no estar ahí para oírlos. El consejero no extrañaba presenciar esos momentos, siempre terminaba sintiéndose incómodo. No era un secreto el desagrado que todos sentían hacia el duque, ni siquiera la reina lo toleraba, pero era el hermano menor del rey, y no podían sacarlo de la corte como les gustaría.
Todo el camino al palacio transcurrió en silencio, la atmósfera era bastante tensa después del roce y Matthias agradecía que el trayecto no fuera tan largo.
Al llegar, los demás integrantes de la familia real los estaban esperando a la entrada. Al centro, el rey y la reina, al lado izquierdo del rey, la reina madre y Anthony, al lado derecho de la reina, sólo estaba Jane. Diez miembros de la Guardia Real estaban detrás junto a cinco coordinadores del Parlamento.
El príncipe bajó del carruaje y después hizo una reverencia a sus padres y a su abuela, quien lo abrazó antes de que él terminara de mostrarle su respeto. Eso relajó el ambiente, causando que el menor de los hermanos le saludara igual. Jane también lo abrazó, para luego decirle que no lo había extrañado.
—¿Trajiste regalos, Robert? —le preguntó el niño.
—Sí, pero olvidé el tuyo —le contestó, de forma juguetona, lo que causó que el niño se quejara.
Todos caminaron al interior del castillo, que era un bello edificio blanco de distribución rectangular y techos rebajados, con cuatro pisos principales, de los que destacaban ocho torres. Al estar rodeado por el lago y el bosque, sólo se podía acceder a él de forma segura por medio de un puente de piedra.
Al príncipe le pareció que había extrañado a su familia más de lo que creía, y podía notar que su madre también lo había echado de menos. Normalmente no se mostraba tan interesada en lo que él tuviera que decir, pero esa mañana, durante el desayuno, ella se había comportado con más calidez de la acostumbrada. Eso le alegraba.
Aunque hubiera querido pasar el resto del día con sus hermanos, tenía que rendir cuentas a su padre sobre el viaje, así que él y Matthias se dirigieron a su despacho. Le hablaron sobre el interés del rey Félix en el enlace matrimonial entre Anthony y la princesa Carmen, junto con las ventajas que eso les supondría. También extendieron la información que le habían mencionado en la carta sobre la propuesta de Don Gabriel.
ESTÁS LEYENDO
La flor de azahar
Romance"No dejaba de pensar en sus brillantes ojos cafés, el sonido de su risa alegre, ni en el aroma sedoso y delicado de su perfume. Trató de evocar la fragancia de la forma más vívida que podía: era una esencia sobria de flores de azahar y jazmín, que l...