Capítulo 8

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Narrador omnisciente.

¿Cuánto pueden cambiar las personas en siete años?

¿Cuánto dolor pueden soportar? ¿Cuánto poder se estaba dispuesto a revelar ese día?

Todos vivían en una falsa realidad, creando criterios erróneos, sustentando palabras llenas de falsedad. Pero aferrándose a los recuerdos y sobre todo al pasado como si su vida dependiera de ello.

Hanae se encontraba en la habitación, aun rodeada y dormida por el campo de energía, sumida en un sueño casi profundo, del que no hubiera despertado si no fuera por haber sentido tanta energía maldita reunida en un solo lugar.

La energía regreso a su cuerpo, como si su piel la respirara y le fuera esencial para vivir.

No abrió los ojos al instante, pues estaba esperando a que el zumbido de sus oídos disminuyera y cuando este por fin se detuvo, un silencio ensordecedor la envolvió.

Se levantó y vio que no había nadie su alrededor pero por alguna extraña razón su mano estaba caliente, como si alguien la hubiera sostenido todo este tiempo. Se giró para verse en el espejo, su ropa estaba sucia y su cabello desarreglado.

Hanae se apresuró a deshacerse de su ropa para después tomar unos pantalones de manta y una larga camisa del closet de Megumi. Sin detenerse para colocarse los zapatos se dirigió a la puerta, pero esta se encontraba cerrada por fuera con seguro.

La chica maldijo.

. -¡Abran la puerta! ¡Abran la maldita puerta! - gritó ella con desesperación, pues sabía que lago no estaba bien.

Pero nadie le abrió, no había nadie cercas para que la escuchará. Todos se encontraban a la defensiva en la puerta de la preparatoria.

Hanae no soportó más la desesperación, le dio una no muy fuerte patada a la puerta y esta se destrozo en el instante. Corrió acelerada por los pasillos, giraba de uno a otro para encontrar la salida; desamarro su cabello para dejarlo suelto e hizo una mueca al sentir como las piedras se le encajaban en la planta de sus pies.

Cuando llegó a la puerta principal, se dio cuenta de que si no hacia algo para detener esto, todos terminarían muertos.

. -¡Ya basta! - gritó haciendo que todos la miraran.

Satoru y los demás la veían sorprendidos, porque esta Hanae se veía diferente. Físicamente seguía igual, pero el aura y el poder que la inundaba, que recorría sus venas la hacían ver diferente.

Todos se abrieron para darle paso para llegar al frente.

Nanami no le quitaba la mirada de encima, le era imposible creer que la chica asustadiza e indefensa que había conocido años atrás, se había convertido en esta mujer. En una mujer que estaba atemorizando al grupo de enfrente con tan solo una mirada.

. -No, hasta aquí - la detuvo Nanami colocando su brazo sobre su abdomen.

Hanae ni siquiera lo miró, pues su vista estaba fijamente en solo una persona, en Suguru Geto.

. -¿Ahora mismo eres Geto o Kenjicu? - preguntó con frialdad.

. -Seré quién tú quieres que sea - habló el de cuerpo maldito. - Te he estado observando desde que llegaste y no miento al decirte que me pareces un tanto interesante.

. -Quiero hablar con él - exigió ignorando sus palabras. -Quiero hablar con la parte de él que todavía vive.

Una risa siniestra y retorcida se escuchaba del lado de las maldiciones.

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