Las palabras sobran cuando el deseo arde.
Yo soy Tabú.
Soy aquello que está mal... el deseo sediento de más.
Yo soy insaciable.
Y aquí estoy, invitándote a pecar.
¿Lo dejarás pasar?
ADVERTENCIA:
Esta novela trata temas, escenas y contenido para un p...
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"De champán, trajes de gala y personas extrañas"
Parte III
La elegante y pequeña orquesta postrada sobre aquella tarima al final de la inmensa sala, inunda con su melodía la estancia repleta de lujos, en un sonido tenue, preciso para ejercer su función, música de fondo.
Puesto por mucho la orquesta se esfuerce en la pieza que reproducen con esmero, las personas participes de este evento están ensimismadas en charlas donde dejan en claro lo que ya todos saben.
Son ricos, tienen todo lo que quieren y aman presumir sus bienes.
Desde aquel incomodo encuentro en los lavabos, me he dedicado a ejercer de sombra para Gratia, aferrada a la copa que aún sujeto entre mis dedos como si fuera mi única vía de escape para amortiguar la posibilidad de dialogar de algo que realmente desconozco.
Yo no encajo en este lugar y por las miradas que más de uno me lanza, soy consciente que ellos también saben que no encajo aquí, entre ellos o en cualquier caso, rodeada por el grupo de Gratia quienes para mi sorpresa no me dejan ni un segundo sola.
Conrad siempre aprovecha el momento oportuno para acercarse a mí, ya sea buscándome algún tema en concreto o invitándome a la barra del catering donde cautivantes manjares esperan ser devorados por quienes tienen una dieta estricta.
Tanta comida desperdiciada.
Tanta comida que irá directamente a la basura.
Suspiro en frustración ante la hipocresía hilarante que me rodea, dando un discreto sorbo a mi copa.
Un sorbo que procuro omitir mi mueca de desagrado.
Yo no bebo, nunca he bebido ni una sola gota de alcohol más que la de aquella vez que mi abuelo me la dio a probar.
Nunca he sabido que ven en una bebida que te atonta los sentidos, te incapacita la razón y además sabe horrible.
Mi garganta hace lo posible por pasar el liquido de ese llamativo dorado con cuerpo burbujeante.
Pica y sabe horrible.
Aclaro mi garganta antes de enfocar nuevamente en mis acompañantes, quienes se mantienen sumergidos en una conversación con quien supongo llevan negocios y aún cuando me los han presentado si quiera me acuerdo de sus nombres, porque seamos honestos, en cuanto este grupo se canse de exhibirme sin sentido no volveré a toparme con una situación en los que pueda dialogar con ellos.
Una caliente mano posada en mi espalda baja me saca de mis pensamientos divagatorios, la tibia calidez que traspasa la suave tela de mi vestido, el como ciertos dedos llegan a hacer contacto directo con mi espalda.