Las palabras sobran cuando el deseo arde.
Yo soy Tabú.
Soy aquello que está mal... el deseo sediento de más.
Yo soy insaciable.
Y aquí estoy, invitándote a pecar.
¿Lo dejarás pasar?
ADVERTENCIA:
Esta novela trata temas, escenas y contenido para un p...
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[MARATÓN SORPRESA 12/12]
"Un espacio para dos" PARTE 2
Nunca había tenido tanta tensión acumulada en mis músculos, decir que no estaba incomoda respecto a esta situación era quedarse muy lejos de la realidad.
Incomoda, angustiada, nerviosa.
¿Conocéis esa sensación de querer leer la mente de otra persona para anteceder lo que pueda soltar su bocota?
Pues justo así me encuentro, rogando que milagrosamente ahora tuviera la capacidad de leer la mente de mi madre.
Incluso percibía la gota de sudor que amenazaba con resbalar por mi frente.
¿Cómo había llegado a esta situación?
Fácil... ¿Cómo decirle un "No" a Gratia sin quedar mal? Sobre todo, cuando luce tan predispuesta a tender por más tiempo esa neutral bandera blanca entre nosotras.
Estoy conociendo a Gratia como futura amante, no como la jefa a la que estoy acostumbrada a temerle y salir huyendo... y nada, ni nadie me haría privarme de ese pequeño lapsus fantasioso en el que me encontraba.
Y eso incluye a la mujer que me dio la vida, la nariz metiche que deseaba saber más acerca de la mujer que se encontraba ajena a nuestro interactuar, o la relación tan toxica que llevamos como madre controladora e hija pasivo-dependiente.
— Davinia... — La voz de mi madre rompe el silencio tan impropio de ella, ese que estaba consiguiendo formar un gran y estable nudo en mi garganta, ocasionando que, sin quererlo, me viera ahora soltando todo el aire que había acumulado en mis pulmones por el estado de alerta en el que me encontraba. Los ojos de mi madre pasaron de mi hacia la entrada que daba a la cocina abierta por aquella barra donde generalmente me la pasaba finalizando los trabajos pendientes y sin disimulo alguno contemplar con detenida minuciosidad a la esvelta mujer establecida en uno de mis sillones — Si te gustaban las mujeres... me pudiste haber dicho, es una carta que podríamos jugar con algún que otro pretendiente...
Como un gato crispado ante el sobresalto de alguna amenaza latente, mi cuerpo se tensó y mis ojos se abrieron con una capacidad sorprendente.
Pero mi progenitora no se detuvo ahí. No tengo tanta suerte.
— Al menos parece alguien de dinero...y ahora como pueden casarse, podría ser un buen partido.
— ¡Mamá!
Chille entre dientes sin poder evitar la alarma que carraspeó en mi garganta. Pues por mucho susurrase, mi apartamento no daba la suficiente privacidad como para que no resultara imposible escuchar nuestra, para nada agradable y simpatizante, conversación.