En este mundo la paciencia es más que fundamental para soportar acoso, reuniones interminables, sesiones de fotos que pueden durar días, sobre todo la paciencia es más que importante cuando de las redes sociales se trata. Personalmente creo que tengo una paciencia prodigiosa, o eso creí hasta estos últimos días en donde esa misma imperturbabilidad ha estado pendiendo de un hilo muy delgado gracias a los últimos acontecimientos, partiendo del casamiento repentino en Las Vegas. Todo esto en verdad me está sacando de quicio al punto de tener dolores de cabeza desde que la primera noticia apareció en todos lados. Debí escoger bien con quien me casaba, porque este guitarrista extravagante es el primer causante de todos mis dolores de cabeza y su ridícula insistencia en no firmar el maldito divorcio, ¿en qué le beneficia todo esto? No sé qué demonios pretende.
Está confirmado que las cosas no me están saliendo nada bien.
Él me está complicando la vida.
Estaciono el auto en la entrada del edificio donde vive Majo, no me responde las llamadas desde anoche que regresamos a Los Ángeles después de salir de ese bar con los nervios mucho más colapsados. Subo en el ascensor hasta el piso veinte y al llegar recorro el largo pasillo hasta la última puerta, toco el timbre como cinco veces hasta que al fin sale toda despeinada y con mala cara a abrirme la puerta.
—Que temprano molestas —resopla dejándome la puerta abierta mientras ella entra y se lanza al sofá. Suspiro cerrando la puerta detrás y entro a la sala sentándome en el sofá de un lado—. ¿Encontraste departamento?
Frunzo el ceño desparramándome, cierro los ojos pasándome las manos por el cabello alborotándolo por completo.
—¿Por qué tendría que buscar departamento? Me gusta en donde vivo, tiene una vista majestuosa y está en un buen lugar —murmuro frotándome la sien bostezando ligeramente.
—Ya, pero no estarás pensando que iremos y vendremos todos los días a Madrid, por eso creo que deberías conseguir un departamento allá para ambos, porque claro que me voy contigo —sonríe ampliamente.
—Estás locas si crees que me mudaré a Madrid. —Al instante un cojín volador se impacta con mi cara y ella me observa con molestia—: ¿Qué?
—Me estás dando dolor de cabeza, ¿acaso no quieres que te firme el divorcio? Pues tienes que meter presión al asunto, no pretendas que él venga a ti para firmarlo. La solución; mudarnos. Ya hice maletas.
Esta mujer esta cada vez más loca, porque está clarísimo que eso no sucederá. Vale, si necesito que firme cuanto antes así me quito muchos problemas de encima, pero eso no quiere decir que estaré detrás de él por los próximos sesenta días. Majo tiene razón: si no quiso firmar cuando se lo pedí, es absurdo creer por un segundo que vendría por voluntad propia a firmarlo.
Necesito entender que es lo que quiere y persuadirlo.
—Seguramente se cansará del acoso y decidirá firmar —suspiro.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que una firma nos separe | EN FÍSICO
Teen FictionUn modelo y un guitarrista aficionado, ebrios en Las Vegas, ¿qué puede salir mal? Jeffrey es invitado a tocar en una de las galas más importantes de la ciudad que asegura dejarle una buena ganancia para su universidad. Alan es invitado por...