Capítulo XIX: Alan Holt.

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Jadeo frotándome los ojos para poder abrirlos y no quedarme dormido nuevamente, me paso las manos por la cabeza y bajo la mirada hasta mi pecho algo intrigado de no sentir el peso de Rey sobre mí, y es que en los últimos días me he acostumbrado de...

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Jadeo frotándome los ojos para poder abrirlos y no quedarme dormido nuevamente, me paso las manos por la cabeza y bajo la mirada hasta mi pecho algo intrigado de no sentir el peso de Rey sobre mí, y es que en los últimos días me he acostumbrado despertar con él acostado sobre mi pecho.

Ahora ni siquiera está en la cama.

Me paso las manos por el rostro observando toda la habitación, ni siquiera llego a escuchar la ducha para pensar que debe estar alistándose para sus actividades del día. Me siento en la cama estirando los brazos y es ahí cuando escucho un ronquido como de puerquito; frunzo el ceño inclinándome al otro extremo de la cama encontrándolo ahí tirado.

—Pero ¿qué haces ahí? —sonrío observándolo.

Sigo sin comprender como es que ese pequeño gusanito tatuado me tiene cada día mucho más alterado. No logro entender como cojones lo logra, y es que desde nuestra conversación las cosas siguen marchando igual que el primer momento; él despertando sobre mí, iniciando la mañana con sus habituales coqueteos e insinuaciones que hasta el momento ya es habitual y se me ha hecho una costumbre verlo con su sonrisa pervertida o sus desviaciones de caricias, sin embargo; nada pasa de eso y por el momento es lo mejor puesto que nos estamos tomando el tiempo adecuado para cada cosa. Tampoco puedo negar que realmente el deseo carnal que estoy teniendo de él con cada coqueteo aumenta muchísimo que un simple roce de labios puede hacer que mi imaginación vaya mucho más lejos de lo previsto.

Aunque Rey Park no colabora mucho.

Entonces deja de posponerlo.

Me dejo caer nuevamente sobre la almohada, él se levanta de un salto luciendo espantado, se hace el cabello hacia atrás para que no le estorbe la vista y mirada el despertador. Tiene los ojos chiquitos de lo mucho que ha dormido que apenas puede tenerlos abiertos.

—¡Carajo, llego tarde a la universidad!

Alguien ha perdido hasta la noción de los días.

—Es sábado, no tienes clases —le aclaro, suspira relajándose. Entonces frunce el ceño algo confundido de haber despertado en el piso.

—¿Qué hacía en el piso?

—No tengo idea —encojo los hombros.

Se pasa las manos por el pecho limpiándose el polvo y se tumba a la cama nuevamente estampando su cara contra la almohada, gruñe tensando los hombros intentando dormir nuevamente. Es solo cuestión de segundo para que empiece a acercarse lentamente hasta que termina trepándose. Me giro observándolo y no puedo contenerme a bajar siempre por sus brazos totalmente cubiertos de tinta y hasta ahora no he descubierto que hace para mantenerse en forma si ni siquiera sale a ejercitarse o algo parecido. Estiro mi mano hasta el cabello de su nuca y noto como se estremece girando la cabeza para mirarme con apenas un ojo abierto; sonríe moviéndose hasta mi lado pegando su rostro al mío y mete una de sus piernas entre las mías. Bajo mi mano por su espalda y él jadea tomando mi mano poniéndola sobre su cabello, no evito sonreír ante ese gesto realmente tierno.

Hasta que una firma nos separe | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora