Capítulo XII: Alan Holt.

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—¿Qué?

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—¿Qué?

—Qué me beses.

Su sonrisa egocéntrica y divertida se borra de inmediato, queda pasmado con los ojos abiertos demostrando su asombro y consternación, como si me hubiese salido otra cabeza frente a sus ojos y no pudiese creer que lo que ha pasado, en este caso las palabras que salieron de mi boca. Suelta una risa creyéndose que es una broma, pero al verme neutro se queda en silencio y frunce el ceño totalmente. Vale, le he pedido un simple beso y al parecer no le ha gustado para nada la petición. ¿Se lo habré dicho de una forma inadecuada? Creo que no, he tenido mucho tacto al decírselo.

Arqueo una ceja.

—¿Qué sucede?

—Sucede que me has pedido un beso.

—Así es.

—¿Me has pedido un beso estando sobrio? ¿O es que te fumaste algo al venir aquí? —Arquea una ceja y acerca su rostro al mío mirándome directo a los ojos buscando rastro de alguna droga, no sé—. No es eso, estás limpio.

Él no debería estar consternado, yo debería estarlo. Primero que nada; le estoy pidiendo un beso y ni siquiera sé porque lo estoy haciendo. Segundo; él se la pasa insinuándose las veinticuatro horas y cuando accedo un poco a su jugo resulta que no quiere. Al parecer es de los que le gusta jugar, pero cuando usan sus cartas en su contra no sabe cómo reacciona, y eso que no he hecho lo que habitúa a hacer.

Suspiro.

—Porque no me he drogado, Park. —Ruedo los ojos los ojos dando un paso a él, pero curiosamente retrocede anonadado—. Te he pedido un beso porque quiero.

—Mentira —ríe entre dientes.

—No te comprendo —entre cierro los ojos dando otro paso, distancia que quita retrocediendo nuevamente—: Prácticamente te me insinúas desde que despiertas y ahora que te pido un beso, no quieres.

—No es eso —vuelve a retroceder—. ¿Es por el fotógrafo?

Sonrío jugando con la distancia entre nosotros.

—Claramente —asiento con ironía mirando en dirección al fotógrafo que feliz siendo espectador de este acercamiento, primicias para mi progenitora. Levanto la mirada detrás de él percatándome del pilar, sonrío dando otro paso haciéndole chocar su espalda con la columna y posiciono mis brazos a cada lado de su cabeza dejándolo acorralado, con esta cercanía puedo percatarme mucho mejor que de estatura es unos centímetros menos, no demasiado, pero perfecto. Park carraspea apartando la mirada, parece seguir sin creerse lo que estoy haciendo—: Pero no es solo por el fotógrafo, es porque también me apetece mucho besarte.

—¿Te apetece besarme? —balbucea nervioso.

Suelto una carcajada inclinándome a su rostro hasta que mechones de su alborotado cabello acarician mi frente.

Hasta que una firma nos separe | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora