CAPÍTULO XXXIV: Alan Holt.

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Suspiro profundamente recargando mi cabeza en el volante apretando las manos sobre el mismo

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Suspiro profundamente recargando mi cabeza en el volante apretando las manos sobre el mismo. Me obligo a contar hasta veinte antes de fingir un semblante despreocupado y salir del auto. Sobretodo fingir que no acabo de escucharlo a pocos pasos de mí, no puedo decir que lo vi porque ni siquiera fui capaz de voltear sin sentir la necesidad de mandarlo a la mierda.

La parte más razonable de mi cabeza me dice que deje los rencores, haga caso omiso a su presencia y haga como que nada paso siguiendo el curso que esta llevando mi realidad después de las tres semanas más mierdas que pasé. Pero otra parte de mi cabeza me pide incansablemente que las cosas no deberían haber terminado así, que debería o enfrentarlo y cerrar todo de una vez, o simplemente intentarlo porque las cosas estaban bien antes de que todo estalle.

Es verdad que no estaban de maravilla.

Desde que nos conocimos fue caos detrás de otro caos, creo que esa debió ser nuestra señal para nunca haber congeniado como lo hicimos. Nos casamos estando ebrios en unas de las ciudades más pecaminosas, desde ahí todo estaba mal y fue empeorando. ¿Qué demonios pasó conmigo como para permitir que ese parasito se quedará en mi vida? Porque Jeffrey Park apareció como un parasito que recorrió cada parte de mi hasta tomar un lugar del que no sería capaz de sacarlo e incluso ahora sigue siéndome difícil deshacerme del todo de él.

Ahora está siendo realmente egoísta.

Es egoísta de su parte aparecer frente a mí en el momento preciso que he conseguido arreglar los problemas que ha dejado, cuando estoy logrando recuperar mi modo de vida que tenía mucho antes de que apareciera. Un modo de vida que nunca debí cambiar por él. No sé cuál es su capricho ahora, pero no me interesa verme involucrado en ellos.

Ya no.

Bajo del auto metiendo las llaves en mis bolsillos junto al móvil, me paso las manos por el rostro y el cabello moviendo al interior del restaurante. Apenas entro los recepcionistas sonríen con amabilidad guiándome a la mesa que normalmente siempre he ocupado con Majo. Claramente está ahí bebiendo algo concentrada en el móvil, corro la silla tomando asiento frente a ella que levanta la mirada dejando e móvil en un lado.

—Hasta que llegas, estaba muriéndome de hambre.

Sonrío recargándome en el espaldar de la silla suspirando.

—En realidad parecías concentrada en enviar mensajes, ¿con quién hablabas? —Arquea una ceja cruzando los brazos mirándome con una sonrisa cargada de ironía y diversión.

—¿A caso volveremos a fingir una relación?

—Claro que no.

—Entonces deja ese instinto posesivo. Soy tu mejor amiga, no tu esposa.

Suelto una carcajada apartando la mirada de ella.

—Por esa misma razón tengo mucho derecho de cuidarte. Sabes perfectamente que debemos tener cuidado con ciertas cosas. Y para tu información solo era curiosidad, no estaba controlando nada.

Hasta que una firma nos separe | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora