Capítulo XI: Jeffrey Park.

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Tener una reacción alérgica y despertar en el hospital; fuck

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Tener una reacción alérgica y despertar en el hospital; fuck.

Pero que a mi esposito se le despierte el instinto; absolutely perfect.

Mi lado gilipollas me dice que debería tener más detonantes de alergia para que siga teniendo esos instintos conmigo, pero la más sensata me abofetea diciéndome que me moriré y es la verdad. No tengo porque enviarme al borde de la muerte solo para que Alan tenga acercamientos conmigo, puedo lograrlo sin recurrir a esos extremos. Sonaría muy estúpido que describiera su reacción, cuando yo en ese momento tenía una lucha interna con el pánico y el dolor. Mi mente gritándome «¡te estás muriendo!» y todos mis organismos solo haciendo su trabajo; deshacerme por dentro. Sentir que no puedes respirar y que tu corazón se acelera de una forma tenebrosa para de pronto sentir que va dejando de latir, luego todo se vuelve oscuro y no sabes si estás muerto o simplemente camino a la muerte. Así que no hay forma en que yo sepa algo de lo que paso después de quedar inconsciente, todo lo que sé es gracias a Ari y Majo que no dudaron en chismosearme todo con lujo de detalle en cuanto Alan se fue a responder una llamada fuera de la habitación, nada más les falto velocidad para el chisme a esas dos y yo aquí bien dispuesto a escucharlas.

Chismoso.

Media hora después estaba saliendo de la habitación encontrándome con los chicos junto a Carolina esperando en el pasillo preocupados, luego de preguntar como sucedió (algo que no tengo idea), plantearon que podríamos ir a comer a otro lado y ser yo quien pida mi comida. Me moría de hambre, pero Alan se adelantó diciendo que por ahora es mejor que evite comer fuera o hasta que descubra que sucedió en el centro comercial, así que todos aceptaron que nos veríamos mañana en la universidad.

Alan está en modo esposo guardaespaldas.

En el auto él dijo que mejor me sentará atrás para estar más cómodo, Ari corrió al asiento del copiloto y Majo prefirió sentarse conmigo, aunque me sirvo más de almohada porque me acosté mi cabeza sobre sus piernas y ella no tuvo problema con eso, sobre todo porque aún tenía un ligero dolor de cabeza por los medicamentos que me pusieron y por el movimiento del auto empezaba a sentir nauseas.

Siento las manos de Majo en mi frente y se inclina a mi rostro.

—Estás pálido, Rey. ¿Necesitas algo?

—Un beso de mi esposito —suelta una carcajada y puedo escuchar las risas de mi hermana también, voy a suponer que él esta con el ceño fruncido como siempre—. Hablando en serio, tengo nauseas. Se me saldrá una tripa por la boca en cualquier segundo...

—Que asqueroso eres, Rey —musita mi hermana.

—Es la verdad —balbuceo cerrando los ojos.

No sé cuánto tiempo paso medio inconsciente en las piernas de Majo, pero solo escucho las puertas abrirse y ni siquiera me apetece abrir los ojos, segundos después siento unas manos tomando mi brazo levantándome del asiento cómodo y tengo los parpados pesados que no puedo abrirlos, prácticamente mis sentidos están medio inconscientes ahora mismo.

Hasta que una firma nos separe | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora