Capítulo XLV: Jeffrey Park.

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Frunzo el ceño teniendo un ligero calor en el rostro y parte del cuerpo, abro ligeramente los ojos teniendo como primera vista los rayos solares del amanecer entrando por el gran ventanal y aunque luce asombroso, es molesto

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Frunzo el ceño teniendo un ligero calor en el rostro y parte del cuerpo, abro ligeramente los ojos teniendo como primera vista los rayos solares del amanecer entrando por el gran ventanal y aunque luce asombroso, es molesto. Ahogo un gruñido girando lentamente mi cuerpo en sentido contrario al ventanal de la habitación, realmente me siento muy agotado y de alguna manera mis músculos se sienten electrificados, como también débiles. Y como no, fue el mejor sexo que pudieron haberme dado en algún punto de mi vida.

Al girarme por completo tengo ahora como mi atracción y distracción; el cuerpo de mi futuro esposo descansando. Me quedo en esa posición observándolo fijamente con toda mi atención puesta en cada una de las perfecciones de su rostro y como luce mucho más atractivo cuando está descansando. Los latidos de mi corazón siempre soy irregulares cuando estoy con él; pueden estar muy rápidos o muy lentos, pero siempre hay una diferencia a con las demas personas y sé que eso ha pasado desde que empezamos a convivir. No puedo decir que «desde que nos conocimos», porque no es cierto.

Lo nuestro no fue amor a primera vista, tampoco atracción instantánea y ni siquiera llegamos a congeniar cuando estábamos sobrios; pero, cuando empezamos a embriagarnos más y a soltarnos cosas que nunca habíamos hablado con desconocidos, lo primero que creció fue la empatía y una extraña conexión.

Ambos estábamos hechos mierda y nos constaba.

Viéndolo aquí, entre las sabanas, luciendo tan tranquilo y en paz, me hace tener un pequeño deja vú de aquella noche en Las Vegas.

Ambos sentados en el borde de una piscina con los pies metidos en el agua recargados en nuestros brazos intentando bajar un poco los niveles de alcohol sin llegar a tener éxito, momento exacto en el que Alan empieza a llorar en silencio. En algún instante pensé que quizás lloraba por alguna ex novia, pero cuando empezó a hablar entre balbuceos de lo que su madre hacía con él, mi primer movimiento fue abrazarlo. No sé si Alan recuerda cómo es que decidimos casarnos, pero pensándolo con claridad, no fue una buena manera. Pero, ahora mismo agradezco ese momento y también me hace feliz saber que hemos cumplido una promesa sin necesidad de tener que recordarlo.

«—Niñato…

—¿Humm?

—Casémonos.

—Joder, ¿recibiste ese polvo blanco? Carajo, te dije que no lo hicieras.

—No estoy drogado, y respétame niñato grosero.

—¿No estas drogado? Acabas de decirme que nos casemos. No estas drogado, si como no. Y yo soy Blancanieves.

—Estamos jodidos, ¿te das cuenta de eso? ¿Quién podría querernos si estamos de este modo? La respuesta es: Nadie. Nos casaremos hasta que la muerte nos separe, es absurdo. Pero, casémonos hasta sanar.

—¿No entiendo?

—Sanemos juntos y cuando estemos listos, nos separamos y cada quien busca su verdadera felicidad. Sería como… Hasta que una firma nos separe.

Hasta que una firma nos separe | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora