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Coros y sirenas

   Los respiros fueron agotados, ya el tiempo de morir ha llegado; siempre fuiste un puñal, yo estaba expectante, pero sintiendo la verdad en mis venas.

   La sangre cae desde mis manos, corriendo en nuestro espacio, y las miradas me culpan, pero la herida es mía y la daga tuya.

   Sentía que me amabas cada vez que me golpeabas, esa era mi poesía. Cuando hubo alivio, ya estaba destruido por el placer de tus balas; tú fuiste un error, no la consecuencia de mis pasos.

   Vi las señales y las ignoré. Las sirenas sonaban y los ángeles entonaban el coro, el dueto perfecto, ruina y gloria imitando al arte.

   Yo era el objeto, un adjetivo.

   Ya sin gloria vivo por diversión, pero no por libertad. Y puedes joderte como cada razón que te llevó a correr, esperabas un error suave.

   Ya no tengo miedo, porque nunca te irás, serás cada respiro que de por la arrogancia de seguir aquí.

   Todas mis drogas y la sangre de mis ojos lentamente fulminan al éxtasis que provocó tu mirada.

...

   "Dame el disturbio, dame la guerra, dame el caos, dame el dolor; solo lléname de tu efecto y no me dejes vivir". Realmente no pedí por ello, pero ese efecto caló hasta mi médula ósea.

   Las culpas eran señaladas, esperando que alguno cayera por el barranco. Recibí el fuego como antes los golpes.

   Yo era el caos, yo era el caos, y no soy benevolente con sus ojos, yo era el caos, yo era la guerra. Yo di el mejor regalo, le di el fin deseado; tomé mi muerte y ya no huyó.

   Y me desvanecía por intentar encajar en mi propio camino.

Cuatro letras mortíferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora