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   Mi nombre no hace eco, soy vacío en tus paredes. Soy vacío en tus palmas y aire sin contacto en tus dedos.

   El silencio es denso y la inacción pesada, el espacio es ancho y libre, cada paso subjetivo. Ya no soy sujeto sino sustantivo. Me está matando lentamente ser salvaje de corazón.

   Tú y yo no cambiaremos, estaremos sujetos al mismo andar bajo un solo movimiento. Cavo el mismo sitio buscando ser libre y eso no es libertad. Me está matando la inacción y la parálisis. Ambos estaremos siempre en el límite de la línea trazada sin cruzar el plano ni la mirada.

   Romper lentamente el sol es lejano, pero lo hacemos. Del verano al otoño, de vuelta al invierno. Yo no juego, tú no juegas; ambos somos salvajes. Romper lentamente mi mente me está matando.

   El orgullo está explícito en los pasos, implícito en el silencio, yo nunca lo he poseído. El orgullo es fuego y se peligra en su compañía, bajo sus soles y su ambiente; es lluvia torrencial y fuego azul flameante. Tú entiendes la demencia en mis palabras, cariño. Mis palabras dichas continúan en contacto y con tacto, posadas en el viento fluido y aún así válidas en el que está por fluir.

   Las palabras siguen posadas en las estelas químicas, mira lo que tengo ahora mientras canto en tus calles. Sólo tenía dieciocho.

   Me hiciste sentir invencible y luego me hiciste hiperventilar, mira como lo hago del alba al anochecer. La demencia ahora es tangible, mira como la poseo, me estás matando más. Tú me hiciste más salvaje.

Cuatro letras mortíferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora