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Oxígeno II

   Ya no espero que te quedes, saliste corriendo un día, ahora despeja mi mente. Tú me golpeaste, tú no pronuncies mi nombre; el tuyo lo pronuncio mientras te denuncio para que nada te quede.

   Era inexistente el oxígeno en tu ambiente ya respirado, agotado por cien sombras, y tres fantasmas que te azotan. No me culpes de tu karma, solo conocí tu cama y no al pasado que te ronda.

   Ya has visto mi demencia, sigo sin esperar que lo entiendas; solo quédate en tu andar rítmico, no te acerques a la línea de mi condado.

   Sí, puedo respirar, bailo sobre la mesa del comedor; mi madre ha comprado dos floreros, yo los he quebrado ambos, vaya eso lo aprendí de ti; en fin, seré solo yo el centro. Mi andar es revolucionado.

   Tú no puedes negarlo, una vez viví una fantasía, esa vez mi abuela vivía; siguiendo con el asunto, tú no puedes negarlo, que fuiste cruel, de eso hablo.

   Fuiste cruel al amarme, no, eso es impropio decirlo; fuiste cruel al fingirlo. Fuiste aún más cruel al tirarme y huir, tampoco te culpo por ello, a veces huyo de mí, pero me amo sin necesidad de ensayarlo.

   Quédate con tu sangre, no finjas sangrar por mí. Ni siquiera en ella hay oxígeno, mejor consigue tú el litio.

Cuatro letras mortíferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora