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Solo en el sexo

Debí haberlo dicho, no que te amaba, pero sí que te extrañaba incluso en los momentos cortos en los que podía encontrarte. Debí haberlo dicho, sí, que te amaba; y tú me amabas tanto estando en el sexo que lo creía cuando solo me mirabas.

Ya no importa, no me hacías daño, solo me matabas.

Nadé en la bruma, un acróbata en la cuerda floja, nadé en ti poco porque no tenía agua el coco; que enfermo necesitar un golpe para sentir que me mirabas. Yo te daba tres, solo para que fuera recíproco.

Y esa tarde que saliste a comprar cigarrillos y gaseosas, ya nunca más volviste. Y aunque dolía, en el fondo estaba libre.

¿Lo ves? Ese es el problema de quererse solo en el sexo y de importarse solo cuando el ambiente no pesa. ¡Por favor, aprende a amar y a comprar algunas compresas!

Pero ya nada importa, no me hacías daño, tú eras el monstruo y yo solo tu presa.

Te amaba incluso cuando yo no existía, porque eso pretendías, verme sin sentirme; drenaste mi energía. Por eso un día te llamé Chernobyl, salí a vender limonada, como ya te lo había dicho, y me olvidé de tu fantasma. Tal vez eso querías.

Cuatro letras mortíferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora