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Ámame o déjame

   El cambio nos ha llegado, ha tocado tus labios, ha tocado mis ojos. Somos uno, tal vez dos...

   Las palabras ya han sido dichas, pronunciadas sin tacto ni sigilo, y los cristales quebrados ante la vista indiferente; he fallado en los intentos y he caído en las llamas.

   Ya solo tengo vacío y a la nada fina en mis palmas, porque incluso mis lágrimas las he dado. Solo tengo un nombre lleno de invierno.

   Vago por tu desierto, bajo la costumbre de recibir el regalo de la incertidumbre en mi destino; y permanezco, ante la sombra de las dagas y el vacío en tus acciones. Si puedes amarme soportaré el fuego, o seré el fuego vivo, pero tu rostro no arderá, ni el mío nuevamente.

   No lo hagas por la diversión, no lo hagas por el placer.

   Me has estado jodiendo y arreglándolo, has entrado de maneras incontables y con cada una me has golpeado. No me hagas odiarte y luego amarte, porque no poseo la dualidad de tus ojos.

   Poseo un nombre, dilo, porque no soy un fantasma, no soy una ruina. Di mi nombre, que no escape por las puertas al pasado, o huye, huye como siempre lo has pensado.

...

   La realidad estaba asentada en el espacio existente entre sus ojos y los míos, calando fuerte hasta llegar a mis huesos. Yo era un mar de intentos muertos, era un mar lleno de fracaso.

   Resiliente y ciego para aceptar como costumbre al vacío. Caminaba un círculo, repetía la rutina y volvía a iniciarlo.

   Yo tenía la diversión y buscaba en mí la fama, tenía el calor encerrado en mi cuerpo. Pero yo no quería la fiesta.

   Quería ser sujeto, no predicado. 

   Si hubiese hallado una puerta, habría tomado la salida.

Cuatro letras mortíferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora