Espero estar lo suficientemente desnudo en este instante en el que solo existo, ser traslúcido como un fantasma de caricatura para ser visible como un libro abierto.
No quiero mantener mi vista a la altura del horizonte con el que limita, me pregunto si Dios desde algún sitio oculto entre las estrellas, a millones de años luz, me dará las respuestas a los misterios de este mundo etéreo.
No soy un ángel caminando en el suelo firme sintiendo la tierra entre mis pies, realmente voy de un extremo a otro, oscilando en el pecado de mi carne; voy caminando en alguna costa del Caribe, escribiendo rimas en las olas mientras respiro aire fresco.
Soy un niño de veinte, corriendo entre las olas hacia los brazos de su hermana menor, para reír de forma estruendosa mientras recordamos el verano funesto.
A ella le tengo fe, justo como tengo fe en mí, justo aquí está ese punto de inflexión que me devuelve la fe en la humanidad por intervalos, como algo armónico, y hermoso, e imperfecto.
No intento ser un ángel, porque en eso caso tendría miedo de pisar la tierra, y no hallaría belleza alguna en la fertilidad del planeta y en la expansión del hombre, que rompe la barrera del sonido y llega justo más lejos que millones de años luz en el espacio inmenso.
Yo rompí la barrera del sonido, un par de veces cuando moría en tus labios, y otro par para nombrar tu nombre con el mío; para hacernos parte de algo lejos de las manos del hombre, que desde luego no es nuevo, pero que a los amantes les perdona el aliento.
Quería despertar por las mañanas, y tener cuidado de no despertarte, para hacerte el desayuno y vivir una versión surreal de lo que en mi mente llamo el sueño americano, justo aquí en este rincón del mundo que nadie conoce y que pudo ser nuestro.
Quería jugar a besarte en las mañanas y a incluirte en mis oraciones de la noche, a quemar nuestros cuerpos, uno encima del otro, hasta fundirlos en un solo movimiento.
Ahora soy un alma libre que puede plantar una bandera donde quiera, pero no lo hago, solo porque soy inmensamente libre, como un sol más pequeño que un planeta deambulando en la vía láctea, alejado de cualquier sistema solar existente, y por supuesto que fuera de las galaxias; a la libertad, a eso me refiero.
Probablemente yo te escribiría cartas en alguna vieja máquina de escribir; cartas sobre nada, justo como esta que divaga en todos los extremos insípidos de la vida, que en mis manos son dulces por la sencillez implícita en los fragmentos correctos.
Recuerdo ciclicarte para que te evaporaras, justo como la química que nunca entendí en bachillerato; recuerdo pasteurizarme en un sauna esperando que salieras de mi sangre como algún microorganismo. Fui a un acantilado y salté, para purificar mi alma y que con el miedo me dejarás; realmente tú ni siquiera estabas, tenía miedo de pensarte lejos.
Te lo dije antes, ahora soy un jade, que eventualmente proyecta su cuerpo físico desde el cielo; tengo a tus ojos canela en mis manos, no en mis hombros, tú no eres una carga, ya pasó tu momento.
No te tornes en verde esmeralda, te lo pido por el bien de este bendito planeta en el que siempre respiraremos el mismo aire, cariño; no busques calma en lo incorrecto.
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Cuatro letras mortíferas
PuisiNo muchas personas creen en fantasma, pero yo soy un ferviente creyente. Sus ojos, las sombras de sus manos aún en mi cuerpo, incluso su nombre, allí está mi fantasma. Tengo miles de fantasmas que emergen del pasado, pero nunca alguno había suje...