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   Nunca hubo azul más puro que el de nuestras manos tomadas, llenando de trazos el ambiente y sintiendo a ese azul calar en la respiración. Ya he dicho que era un zafiro, también era un rubí, con toda esa lujuria y toda la demencia atrapada en esta carne tan mortal.

   Puedo hablar toda esa mierda sobre quien solía ser y sobre cada lugar en el que he estado, pero quién soy cuando ahora soy pasado, siquiera, dónde estoy.

   ¡Ya sal de esta mente verano! Me hiciste un cadáver insaciable ante el tacto, pero mírame ahora que ya no muero. Si en algún momento fui azul por su causa o por la mía, el rastro de esa bala excitante es inexistente. ¡Solo sal de estas venas, verano!

   Mira, verano, que ya no soy el mismo, porque no he resucitado; el escritor ha muerto y el poeta ha nacido. Ya no soy un verso mal conjugado.

   Las cosas sencillas simplemente mueren porque así lo he decidido, todas las tardes de música, y esos besos secretos, los dejo arder para que ya no me quemen. ¿Puedes ver, verano, que soy invulnerable? No como antes, cuando era solo un susurro y no un grito elevado.

   Estoy en la puerta de salida sin mi equipaje, que ese conjunto llamado "todo" arda para siempre y no queme estos pasos nuevos. Soy feliz por haber perdido esa lírica y esa química, por ya no ser ese sonido en la física de alguien.

Cuatro letras mortíferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora