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El tiempo es injusto, es la perdición de los amantes, la perdición de los baleados. Nunca amigo, nunca cercano, cada vez menos y menos.
Y si somos éxtasis estaremos perdidos, solo por la insolencia y por el juego de los labios. Y éramos éxtasis, divino por el cielo, bendecido por la osadía, solo por quererte. Nos abrazamos los tres: tú, el declive y yo.
No hay perfección alguna en el mundo, porque tus ojos no son perfectos como nunca lo serán los míos, y ante ello debería huir de la espera. Todo por correr antes de caminar, por inhalar sin exhalar.
Las estaciones no cambian, nada lo hará, por eso permaneceré igual, tus heridas no cerrarán; te lo dije, es la venganza del tiempo, es el precio de tu orgullo.
Nada fue suficiente, amarte no lo será.
Si mis lágrimas son el oro, desperdicias la riqueza cuando escurren de tus manos; si las mías son el oro, las tuyas serán el dolor, es el precio final.
Recuerda, recuerda, el tiempo nunca a favor, sino en contra, solo porque ese es el proceder natural. El tiempo al tiempo no borrará mi huella, mi paso; y aunque tus ojos me matan, aún palpito en tus venas por el calor de todos esos días de muerte silenciosa.
Lo perfecto no existe y lo imperfecto no dura.
Transparente, antes amado, ahora odiado gracias a las lágrimas que vinieron por tu orden. Soy una suma de recuerdos, una resta de propiedad, amando a un espectro solo por como era en el inicio.
Ya solo hablo de colores, viendo el presente en tonos y matices, divagando en la hondura del vacío. Dime ¿azul o negro? ¿Qué color me impregna, cuál dicta las palabras?
Dame la muerte, dame la muerte; regálame el negro antes que el azul profundo de este espacio. Dame la muerte para que no haya niebla, pasado o legado. Dame la muerte y acaba la lucha, no la nuestra, solo esta entre el deseo y la necesidad.
Di que me extrañas, porque aún te espero; dilo, porque mi nombre es nada sin mi amante. Queridos, lejanos,
¿Queridos? No, me temo que olvido.
...
Firme en la espera del castigo del contacto, todo por un día tal vez bendito. Alguien dígame si junio ocho fue el inicio o la perdición misma. Tal vez nunca fuimos más perfectos.
Placer, gloria y fama en el calor de esos cuerpos, en el calor de esos jóvenes. Nunca fuimos más perfectos. Niños con dos nombres separados.
Dos con pasos heridos, uno con la venganza. Ambos en las llamas, uno por el pasado y otro por la estupidez, y el niño soy yo, fusilado por mi fuego y por el suyo. Pero esto es solo un juego, ¿no?
"Dame la sangre, dame la sangre", pidieron sus pasos, y esa sangre brotará de sus ojos, ya no de los míos. Ese es el proceder natural. Cuando sea suyo el regalo verá la verdad: la corona no es suya, nunca lo será.
Ya lo veo, yo era el baleado, también el amante, nunca el amado.
Si algún día me amó, por todas esas razones, algún día me odió.
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Cuatro letras mortíferas
PoesíaNo muchas personas creen en fantasma, pero yo soy un ferviente creyente. Sus ojos, las sombras de sus manos aún en mi cuerpo, incluso su nombre, allí está mi fantasma. Tengo miles de fantasmas que emergen del pasado, pero nunca alguno había suje...