Supe lo que se venía desde el momento en que ingresé con la motocicleta al callejón y vislumbré a Alessandro fumando recargado en su Audi.
Estacioné la motocicleta y me tomé mi tiempo para quitarme el casco. Alessandro permaneció callado, mirando al cielo nocturno y la luna menguante. Mi cabello cayó como una cascada, reflejando las luces fluorescentes que bordeaban la salida trasera del bar.
Suspiré. Sostuve el casco contra mi cintura, encarándolo desganada.
—Vamos, sé lo que dirás, acabemos con esto.
Se frotó el rostro con la mano libre, barriendo las ondas de alquitrán que le caían sobre la frente.
—La gente habla.
—Siempre lo hacen.
—Hablan sobre que eres blanda con Tadeo.
En silencio, me acomodé a su lado contra el Audi, deslizándome sobre esa superficie de negro mate que tragaba cualquier rastro de luz. Las ventanas polarizadas reflejaban nuestras siluetas, las ramas del árbol que alguien había plantado hacía años en el patio trasero del Titanio.
—¿Por qué lo dejaste ir ayer?
—¿Importa? Se encargó de que lo encerraran después.
—A ti te importa, así que sí, importa.
La respuesta oficial que me daba a mí misma era que me servía estando libre. Alessandro hubiera sabido reconocer la mentira en eso.
—Cuando se llevaron a los perros, fue el único que parecía feliz por eso —expliqué, recordando ese alivio en los hombros del chico, como si hubiera cargado con el peso del mundo por demasiado tiempo—. Soy perfectamente consciente de que tomé una mala decisión, pero no podía dejar que fuera con el resto, vale mucho más que ellos.
Alessandro intuyó a dónde me dirigía.
Me recordaba a los homicidios de Iris. No podía detenerla, pero podía intentar minimizar los daños. Me odiaba como pocos se odiaban a sí mismos por cada gota de sangre que permití derramar.
¿Tadeo sentiría esa impotencia también? ¿Lo atormentarían las pesadillas como a mí? ¿O lloraría cuando limpiaba la sangre?
—La gente habla —repitió, pensativo—. Dicen que eres blanda con él. Saben que cualquier otro habría matado a Tadeo por mucho menos, empezarán a creer que pueden hacer cualquier cosa sin repercusiones. Es un problema, reina. Un problema enorme. Si no los frenas ahora, es solo cuestión de tiempo para que tú te encuentres con las consecuencias.
Asentí lentamente, dándole vueltas al tema en mi cabeza. Ale lanzó el cigarrillo al suelo y lo apagó de un pisotón.
—Lo digo por tu bien, ya sabes lo que pasa cuando te guías por tu corazón y no tu cabeza.
La gente moría.
Por eso intentaba ser la perra fría que los demás figuraban en mí: mi corazón bombeaba sangre, también hacía que se derramara.
ESTÁS LEYENDO
Alas de keroseno
Mystery / ThrillerTadeo tiene tres problemas: su hermana, la autoridad y su gusto poco sano por incendiar cosas. Él siempre supo mantener un perfil bajo, aunque todo el mundo lo señale cuando algo aparece en llamas sin explicación. Pero, ¿pueden culparlo por incendi...