Del fuego se apartaron chispas, ardiente ceniza
quedaron flotando en el aire, movidas por la ilusión de una brisa.
Si bien un par de horas quedaban para la caída del sol, las luces ya habían perdido el tono dorado. Como si el mundo fuera gris. Durante pleno día, el barrio industrial tenía apenas algún movimiento. Gran parte de las fábricas habían ido a bancarrota años atrás y se usaban de momento como depósitos de drogas y sitios de intercambio del mercado negro. De los camiones que pasaban, se contaban con los dedos los que se podían relacionar legalmente con algún edificio cercano.
El barrio era inofensivo en apariencia. Todos los edificios pertenecían, directa o indirectamente, al Corvo, Alessandro Pierre. Cada tanto hacía sus rondas, cobraba y les rompía los dedos a quien lo merecía. Para otros bastaba una paliza. A decir verdad, la mayoría se lo buscó, pero no quería darle la razón a él o a su hermana.
Por línea general, la paz era más una orden que un estado que buscáramos. Se decía que años atrás la zona era un campo de guerra entre pandillas, que era caos y sangre a diario. En la actualidad, las pandillas ni siquiera existían.
La aparente calma dentro de la pick-up era interrumpida por la interferencia de la radio y los ocasionales mensajes quejumbrosos de Anahí. Seguí escribiendo.
Se moldearon solas como partículas de una llama
tomaron la forma de algo.
La inspiración me falló en un segundo, puede que obra de la fastidiosa intervención de mi hermana. Me tomé un momento antes de leer el último mensaje recibido.
» Andaaa, ven por mí!
Subí el volumen de la radio. Un solo de guitarra que pasaba en ese momento se confundió con las constantes idas y venidas de la señal. Por fin tuve una idea de qué podía ser ese algo que le faltaba a mi poema.
Era el cabello de mi hermana
que yo mismo encendía para callarla.
¿Sería eso muy agresivo de mi parte? Esperaba que sí.
Seguí garabateando un dibujo rápido mientras daba vueltas a qué más escribir. Anahí preguntó constantemente cuánto tiempo más me tomaría lo que estuviera haciendo, a lo que cada vez respondí lo mismo;
Fuiste sola, vuelves sola. «
O, en su defecto, algunas variantes de la frase. Qué rabia tenía ese día con Ana; había oído su discusión matutina con mamá, en la que le había dicho cosas hirientes e innecesarias.
Que me lleve Dios
el único peor que el diablo
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Alas de keroseno
Mystery / ThrillerTadeo tiene tres problemas: su hermana, la autoridad y su gusto poco sano por incendiar cosas. Él siempre supo mantener un perfil bajo, aunque todo el mundo lo señale cuando algo aparece en llamas sin explicación. Pero, ¿pueden culparlo por incendi...