Veinticinco

66.5K 4.1K 691
                                    

25.    Una diosa.

Hablar del futuro siempre me ha puesto algo nerviosa, no tenía un plan, todos mis amigos habían elegido a que universidad irían, los hermanos Salvatore ya habían sido aceptados en sus respectivas facultades, así que ahora estábamos todos esperando a que Phany abriera su carta.

-Espera cariño, déjame enfocarte mejor- sus madres eran las que estaban más nerviosas y emocionadas.

-Má, basta- con manos temblorosas la castaña abre con agonizante lentitud el sobre, sus ojos recorren el contenido de la carta tan rápido como puede, hasta que se llenan de lágrimas, un silencio espectral se instala en el lugar.

-¿Mi niña?- Sally toma su mano, Mark está preparado para consolarla, pero la castaña nos espantan gritando...

-¡Me aceptaron!- de pronto el lugar se llena de gritos, risas y abrazos, Nora y Sally, abrazan a su hija, recordándole lo orgullosas que están de ella, hay un nudo en mi garganta, cubro tan bien emociones como puedo, pero para Matt no pasan desapercibidas.

-¿Todo en orden?- limpio una lágrima traicionera con velocidad, asiento dejándome envolver en su brazos, aspirando el delicado aroma de su perfume. -¿Ya has pensado que hacer?

-Tomare un año sabático- respondo aun entre sus brazos- trabajaré, quizá visite a papá, Matt solo asiente. El resto de la tarde es un festejo para Phany, la pasamos increíble, incluso hay lágrimas de felicidad.

Creo que para una persona 18 años no son suficientes para elegir tu futuro, estaba aterrada por mis decisiones, y por papá, quien quizá no esté ahí en el futuro, cuando vuelvo a casa intento de nuevo hablar con él o los abuelos, pero nadie responde a mis llamadas, no lo han hecho en mucho tiempo, aún así lo intento casi por dos horas.

A la hora de la cena, la familia Everly se ve emocionada y más inquieta, incluso Maddie, no es capaz de terminar su postre sin tratar de disimular una sonrisa.

-Por cierto, Tyler- el rubio a mi lado observa a sus padres, mientras Clarie le ofrece un sobre- llego esta tarde, quería que lo abriéramos en familia- he visto suficientes de esas cartas para saber lo que es, el remitente es de la universidad de Yale.

-¿Por qué no lo abres tu?- ofrece, su madre no lo piensa y rasga el sobre emocionada, después grita y abraza a su esposo, fue aceptado, y el peso de la noticia me cae como balde de agua fría, el también tiene un futuro, y yo no formo mas parte de el, viajará a otro país, conocerá personas nuevas y quizá decida formar allá el resto de su vida.

-Felicidades- susurro, me observa y trato de sonreírle.

-Gracias- dice de vuelta, y como sucedió en casa de mi mejor amiga, hubo pastel y todos en la casa celebraban, me sentía muy abrumada, así con la excusa de llamar a papá me disculpe y huí al jardín.

A veces me sentía tan sola a pesar de la compañía, era un sentimiento horrible, que se intensificaba, ahora todos planeaban su siguiente gran aventura, pero yo estaba atascada, en el mismo lugar donde papá me dejó hace casi un año, y para colmo, no tenía noticias de él, quizá ya estaba muerto y mis abuelos no querían decírmelo.

-Te noto triste- lo distingo en la oscuridad caminando hacia mi- y ya se que dirás que no es de mi incumbencia, pero puedo verlo.

-Felicidades- suena más grosero de lo que quería, llevo las piernas a mi pecho y las rodeo con mis brazos, buscando mi propio calor, sintiéndome exhausta de estar a la defensiva, de sentirme tan insegura en esta casa.- Solo quiero mi vida de vuelta.

-¿Cómo?- sorprendido de que le dirigiera la palabra, se atreve a sentarse a una distancia prudente de mi, pero no tengo valor para decir lo que sentía, no con el nudo en mi garganta- Mis padres están llamando a toda la familia, se sienten orgullosos...

Viviendo con un Playboy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora