3. Ömar

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Me siento en la cama a esperar que el árabe llegue. Compruebo que mi aliento esté fresco, para ser la mejor debo estar siempre perfecta.

La puerta se abre a mi espalda, no me giro, me gusta hacerme la interesante con los clientes nuevos, si les pongo todo fácil rápido se aburrirán y no lograré mi objetivo de hacerlos volver por más.

Me mantengo sentada con la pierna cruzada, sin mover uno solo de mis músculos.

Pasos amortiguados en la alfombra y el ruido de la puerta al cerrarse me indican que el árabe está en la habitación.

Una fragancia varonil inunda mis fosas nasales, huele a limpio con un ligero toque de cigarrillo, respiro profundo varias veces, por algún motivo ese olor me agrada y quiero respirarlo una y otra vez.

El colchón se hunde un poco a mi espalda y el olor se hace más fuerte, él está sentado detrás de mí, trato de imaginármelo, unos sesenta años, muchas canas, si huele tan bien espero que no sea desagradable como algunos de los otros miembros.

Quizá se parece a Domm, el huele bien, aunque Max también huele bien y es bastante feo. Permanezco sólo sentada en silencio hasta que su voz lo rompe.

—¿Estarás toda la noche sin mirarme? —Su marcado acento árabe suena gracioso, Alek casi no tiene acento, habla muy fluido el inglés—. Me dijeron que eras la mejor.

—Lo soy —digo en voz baja.

—No me lo parece, ni siquiera volteas a verme cuando te hablo, no tienes modales. —Su tono es severo, como si me estuviera regañando.

Giro mi rostro apenas unos centímetros y de reojo logro apreciar una manga de traje negro, solo veo parte de su brazo, bajo la vista a la cama y una mano asoma bajo la manga, la piel es morena clara y lleva un tatuaje en gran parte del dorso, son palabras, pero desde mi posición no alcanzo a leerlas.

Me levanto lentamente de la cama y la rodeo sin dirigirle una mirada, centro mi atención en una pelusa invisible de mi camisón negro tratando de quitarla. Llego a dónde está sentado y me coloco frente a él con la vista aún en mi ropa. Lo primero que veo de él son sus zapatos negros, perfectamente limpios, parecen nuevos.

Voy subiendo mis ojos a través de sus largas piernas que aparentemente se aprecian delgadas pero tonificadas debajo de la tela, su otra mano descansa cerca de su entrepierna. Tiene tatuajes en ambas manos y en varios de sus dedos, muchos tatuajes en solo un poco de piel.

Sus hombros son anchos, lleva camisa blanca con dos botones desabrochados, una capa de delgado bello de su pecho se asoma por la abertura de su camisa. Con una última ojeada a su cuerpo dirijo mis ojos en su rostro. Por unos segundos solo parpadeo contemplando su cara, su gesto es serio, su expresión es ruda.

Sus facciones son perfiladas y angulosas, nariz recta y pómulos prominentes, lleva una barba ligeramente crecida que le da un aspecto muy varonil. Sus ojos marrones me observan tan fijamente como yo lo hago, pero él ni siquiera parpadea.

Cejas gruesas y cabello negro peinado correctamente hacia atrás. Es el hombre más guapo que he visto en mi vida y por aquí desfilan cientos diariamente. Emana un aura de peligro, la piel se me eriza cuando veo su nuez de Adán bajar y subir al pasar la saliva.

—Soy Cherry. —Adopto mi tono provocador habitual—. Y estoy aquí para satisfacer tus fantasías.

Sus gruesos labios se curvan ligeramente hacia arriba en una mueca que no logro descubrir si es incredulidad o burla, eso me molesta, nunca un cliente se ha reído de mí. Me inclino ante él y acerco mi rostro al suyo, solo unos cuántos centímetros separan nuestros labios.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora