21. La cuidadora

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Marceline

—Nath, Nath, despierta. —Doy leves golpes en su mejilla.

—¿Zanahoria? —susurra.

—Si soy yo, te traje comida.

—Suéltame por favor —pide un tanto mandona.

—No puedo chica, sólo sigo órdenes.

—¿Órdenes de Ömar?

—Hemm, si.

Khaliqi estúpida.

—¿Por qué me está haciendo esto Marceline?

Ni yo lo sé aún.

—Él siempre tiene un motivo para hacer las cosas.

—Me está torturando, no siento los brazos, por favor suéltame.

Y lo que te falta.

—Lo siento Nath, vamos abre la boca.

—¡No quiero comer, quiero que me suelten! —grita provocándome un pinchazo de dolor en la sien.

—Cállate, no grites, no sirve de nada.

No hay nadie que pueda ayudarte.

—Por favor —suplica, es algo satisfactorio cuando ellas lo hacen.

—Nath si no vas a comer entonces me voy.

—No, no te vayas, no me dejes aquí —gruñe, vaya ella si que tiene carácter.

—Come entonces.

Bocado a bocado ella se devora el pan de pita con hummus que le preparó Frederika y el qahwah, no puedo evitar admirar su piel tan blanca, está llena de moretones provocados por Khaliqi.

Tiene además muchas cicatrices en las piernas, el día que estuvimos en la piscina apenas pude verlas debajo del agua, son finas líneas pero se notan rosadas sobre lo inmaculado de su piel. La rodeo para ver sus glúteos, a través de la pantalla no es lo mismo que en vivo y menos ella que casi no se queja.

No como la última que lloraba y gritaba a mares, esa mujer si que era una blandengue, no estuvo a la altura de Khaliqui, pero ahora Nath, ella podría ser la indicada, aunque eso me carcoma por dentro, el fue mío primero, pero entiendo que no puedo darle lo que quiere, yo no soportaría ni una sola sesión del entrenamiento, aún así me ha mantenido a su lado, él me quiere aunque no me lo diga, me lo demuestra.

Su espalda también está llena de líneas ¿Quién le hizo esto? Él no me ha querido decir de donde viene, simplemente Ömi la trajo un día. Buscaré la forma de sonsacarle la información a ella porque él nunca me dirá nada, aunque me cuenta muchas cosas sus motivos nunca me los dice.

—Me tengo que ir, mas tarde te traigo mas comida.

—¡Suéltame! —vuelve a gritar, ella grita más de enojo que de dolor.

Me siento tentada a quitarle el pañuelo, tener algo sobre los ojos es una pequeña protección, el cerebro te engaña, si no puedes verlo no está ahí, pero él si está, la oscuridad no es un problema para Khaliqi.

Si le quito el pañuelo se pondrá histérica en medio de la oscuridad, no es lo mismo estar cegada por una venda a estar cegada porque no hay el mas mínimo haz de luz, la mente juega contigo.

Decido que si, que lo mejor es quitárselo, eso la romperá más rápido, acelerará el entrenamiento y ya no tendré que cuidarla por más tiempo.

Odio ser la niñera de estas tipas, apago la luz y entreabro la puerta para tener un poco de visibilidad, regreso a ella y le retiro el pañuelo, si que está apretado el nudo. Mientras ella pestañea para aclararse la vista yo salgo, cierro la puerta dejándola de nuevo en la oscuridad.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora