39. Penúltimo día (2)

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Amún.

—¿Yo soy tuya? —pregunta mirándome fijamente a los ojos.

—Lo eres.

—Entonces no me dejes ir. —Tomo su boca de manera posesiva, ella me pertenece a mi.

—No lo haré.

Poseo a abtikari durante toda la noche, no me harto de ella, no logro que mi verga deje de estar dura cada vez que siento su cuerpo a lado del mío, no quiero que se vaya, quiero tenerla aquí y seguir usándola para mi satisfacción, quiero tenerla en el sótano cada noche y hacerle tanto daño como pueda tolerar y seguir destruyendo su mente, hacerla completamente dependiente de mi, porque ella me está haciendo dependiente de su cuerpo y de sus gemidos.

No es la primera vez que la tengo en una cama y que ella duerma abrazada a mí, pero si es la primera vez que una sensación incómoda me recorre, por momentos tengo el impulso de empujarla y apartarla de mi pero algo no me permite hacerlo.

El calor que siento en mi interior de tener su cuerpo enredado en el mío mientras ella duerme es asfixiante a la vez que me sume en un estado de letargo y me imposibilita moverme.

Cerca del amanecer por fin logro dormir. Los dedos de abtikari siguiendo las líneas del tatuaje en mi espalda me despiertan pero no abro los ojos, puedo notar la claridad en la habitación y entierro la cara en la almohada.

Ella corre a cerrar las cortinas, regresa a la cama y entonces soy capaz de levantar el rostro, ella me mira con una sonrisa en los labios y verla así me atenaza las entrañas y me las aprieta.

—Disculpa, olvidé cerrar las cortinas —murmura pegando sus labios a mi hombro.

Se sienta sobre mi trasero, el calor que emana de su sexo me endurece, sus dedos continúan repasando el tatuaje, su contacto como siempre me hace erizar la piel.

Besa mi espalda y sé por el lugar donde lo hizo que está besando mi rostro en el dibujo, el cosquilleo de sus labios sobre mi piel me inquieta los latidos, quisiera tumbarla en mis piernas y azotarla por provocarme todas esas sensaciones confusas, en cambio me quedo ahí disfrutando de lo que hace.

—Tiene mucho tiempo que he querido hacer esto. —Desliza la lengua por mi tatuaje, lo recorre por completo.

Después salta a otro y a otro, lame todos y cada uno de los tatuajes en mi espalda y de la parte trasera de mis brazos, después baja y me hace girar para volver a colocarse sobre mi y continuar con sus caricias húmedas.

Los latidos irregulares de mi corazón los siento por todo el cuerpo, en especial por donde ella va pasando, respiro profundo tratando de controlarme, esto no es normal en mi y odio sentirme así, expuesto ante ella.

—Hueles a sexo. —Aspira profundo sobre mi pelvis—. Todo tú hueles a mi, me gusta.

Mierda, a mi también.

Yo también percibo el olor de su piel en la mía, el olor a sexo flota en el aire y por supuesto que el olor de ella, de su excitación, de su cabello, su aliento también lo siento, se mete dentro de mi.

El color de las respiraciones de Nath sobre mi piel me recuerdan a Claro de Luna por lo bien que me hace sentir, la tranquilidad que me transmite y luego como se torna intensa, casi puedo escuchar las notas mientras ella sigue aspirando sobre mi miembro.

Su lengua resbala por el tatuaje de mi pene, ya lo había hecho antes y como en esa ocasión siento corrientes eléctricas viajar por mi cuerpo llenándome de deseo y anhelo por ella.

Sus manos juegan con mis testículos mientras su boca sigue haciendo maravillas sobre mi verga palpitante y entonces me doy cuenta que en verdad no puedo dejarla ir, la quiero aquí conmigo dándome una mamada matutina, cogérmela a la hora que yo quiera, encerrarla en el sótano por días, solo ella y yo y la oscuridad.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora