30. Nosotros

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Pasé toda la noche sin poder dormir esperado que Ömar regresara de su asunto con la zorra, pero no lo hizo, cuando el sol comenzaba a alzarse en el cielo no aguanté mas el cansancio y me quedé dormida,.

Los golpes en la puerta me despertaron, por un instante creí que sería él pero no, el servicio a la habitación con el desayuno aguardaba del otro lado de la puerta. Apuradamente picoteo la gran bandeja con comida que trajeron, no tengo hambre.

El día transcurre lento y pesado, imaginarme a mi árabe con esa maldita zorra me mantiene en un estado beligerante, la próxima vez que la vea le voy arrancar el cabello a la idiota. Ni siquiera la piscina o la atractiva tina del baño me levantan el ánimo.

¿Acaso ese estúpido árabe piensa dejarme aquí abandonada? ¿En cualquier momento entrará Alek por la puerta y me llevará de nuevo al Burdel? Creo que mi estado de ánimo tan negro me está haciendo pensar disparates.

—Despierta Nath, tenemos que irnos. —Abro los ojos de golpe al escuchar su voz.

—¿Dónde estabas? —La pregunta sale sola y cargada de reproche, él frunce el ceño.

—Pareces una esposa histérica, que desagradable —murmura poniendo los ojos en blanco.

Se levanta de la cama y se dirige al baño desvistiéndose, no trae la misma ropa que ayer, veo por el ventanal, es de noche pero no se con certeza que hora es.

¿Donde estuvo todo el día?

Camino al baño quitándome la ropa, me hizo mucha falta estas hora y quiero olvidarme de todo entre sus brazos, no debo comportarme como una mujer celosa, a ningún hombre le gusta eso, es lo que siempre dicen los clientes en el Burdel. Él está de espaldas cuando entro, el agua resbala por su cuerpo dándole esa imagen de Dios.

Me abrazo a su cuerpo, mi lengua recorre su musculosa espalda, lo deseo demasiado, este hombre me nubla la conciencia y no puedo hacer otra cosa que querer que me posea. Sujeta mis manos sobre su abdomen, nos gira a los dos y sale de la cabina de ducha dejándome bajo el agua.

—Dúchate rápido, no tengo tiempo para perder. —Abandona el baño sin decir mas.

¿Ahora que pasa? ¿Por qué me rechaza de nuevo si todo estaba tan bien entre nosotros? ¿Es por ella? De nuevo la angustia que sentí anoche ronda por mis entrañas, no puedo permitir que Ömar se aleje de mi, no ahora que me queda tan poco tiempo a su lado. Me baño en un santiamén, me visto y en menos de veinte minutos estamos de nuevo en el automóvil camino a Dubái.

—¿Por qué estás tan distante Ömar? ¿Qué hice para disgustarte?

—No estoy disgustado —contesta secamente sin mirarme.

—¿Por qué no regresaste anoche? ¿Qué hiciste todo el día?

—¿En qué momento comenzaste a creer que puedes pedirme explicaciones? —Que se comporte tan distante y frío conmigo me exaspera. 

—¡En el momento que asesinamos a un hombre juntos!  —estallo—. En el momento que nos dimos cuenta de lo que hay entre nosotros.

—¿Entre nosotros? No hay un nosotros Nath y yo no hice nada.

—¿Que no hiciste nada? Tú lo amarraste y lo heriste, nosotros lo asesinamos y después cogimos como dementes, te confesé lo que siento ¿Cómo puedes decir que no hay un nosotros? Yo sé que sientes lo mismo, deja de hacerte el hombre insensible, no lo eres.

Me observa con el rostro completamente inexpresivo, saca un cigarro de la cajetilla que lleva en el portafolio y un encendedor, ni siquiera se toma la molestia de contestarme y yo siento que me da un ataque de ansiedad ante su indiferencia. Todo el trayecto a su casa vamos en silencio, él revisando periódicamente su teléfono y yo controlando mis nervios.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora