25. Lágrimas

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Cuando despierto el sol ya se está ocultando, mi hermoso y sexy árabe duerme a mi lado, es la primera vez que lo veo dormir, es malditamente perfecto.

Acaricio su cuerpo, recorro con mis dedos las líneas de sus tatuajes, tengo que preguntarle que significan, voy dejando besos en su torso, mientras desciendo hacia su pubis.

Jalo hacia abajo la parte delantera del pantalón y el bóxer, su bonito pene tatuado queda ante mis ojos, está igual de dormidito que su dueño.

Le doy un beso y después deslizo la lengua por la punta, esta parte él me ha dado los mejores orgasmos de mi vida y merece ser consentido. Su miembro palpita, él se remueve, paso a lengua por toda su longitud haciéndolo saltar.

La mano de Ömar acaricia mi cabeza, lo miro, me observa con una mano detrás de su cabeza y la otra extendida hacia mi, me coloco bien entre sus piernas y comienzo a chupar su pene con esmero, quiero demostrare que puedo complacerlo sin necesidad de sangre.

Él cierra los ojos y muerde su labio disfrutando de la felación, su mano sobre mi cabeza empujando cada vez con mas fuerza, gruñe, su miembro está tan duro e impacta mi garganta violentamente.

Ömar levanta la cadera y presiona mi cabeza contra ella, su pene se introduce mas al fondo de mi garganta, mantiene el agarre, el aire empieza a faltarme, empuja más y más, su pubis me impide inhalar por la nariz.

Por un instante afloja pero vuelve arremeter con mas ímpetu, siento el rostro ardiente por el esfuerzo y los ojos se me nublan.

Repite la acción varias veces, alargando el tiempo que su miembro está en mi garganta ahogándome, creo que sé lo que está buscando y aunque me juré que no lo lograría en este momento lo único que quiero es complacerlo, así que las permito salir.

Dos lágrimas gruesas se descienden por mis mejillas a causa del esfuerzo, él suelta mi cabeza y me mira casi con incredulidad y sonríe. Gateo hasta poner mi rostro frente al suyo, sus pupilas se agrandan oscureciendo sus ojos y su rostro se ruboriza, incluso su respiración se vuelve acelerada.

Acerca su boca a mi mejilla, su lengua recoge la lágrima tal como lo hace con la sangre, su gemido es distinto, no es erótico, es un gemido de placer culposo, como si  disfrutarlo lo atormentara.

Sus labios se posan en mi otra mejilla, recorren el camino de humedad que dejó la lágrima, me estrecha entre sus brazos fuerte. Gira en la cama colocándose encima de mí, tener su cuerpo de está forma por primera vez es un bombardeo de excitación que hace a mi maltratado cuerpo calentarse a toda velocidad.

Él desciende por mi cuello dejando besos mojados a su paso, sus dientes aprisionan uno de mis pezones haciéndome gemir. Besa cada una de las heridas de mis senos, esos orificios que dejaron la agujas, lo mismo hace con todas las marcas, las besa con ternura como si estuviera pidiendo disculpas por haberme las hecho.

Su aliento llega a mi pubis, deseo volver a sentir su lengua jugando con mi clítoris, abro las piernas lo más que puedo invitándolo a hacerlo. Me mira con esa expresión felina que debería atemorizarme pero que en cambio me calienta más, acerca su boca lentamente a mi sexo, el primer contacto es suave pero conforme va dando lengüetazos se van haciendo más apasionados, más intensos que me obligan a arquearme.

Sus manos aprietan mis muslos con fuerza, las coloco alrededor de su cuello sobre su espalda, mi vagina comienza a contraerse, si, quiero que su boca me de un orgasmo tal como lo han hecho sus manos y su pene, todo él es capaz de hacerme vibrar de placer.

Cierro las piernas violentamente al sentirme en la cima del éxtasis, él se levanta y se aproxima a mis labios aún con mis piernas sobre sus hombros, me da besos cortos y extraños mientras me penetra con rudeza, deliciosamente duro.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora