Despierto sobresaltada en la inmensa y suave cama. Por un instante no reconozco el sitio, hasta que el recuerdo de anoche viene a mí, la habitación de Ömar.
El no está, miro a todo lados buscándolo, definitivamente no está. Es una recámara oscura aún de día, dos paredes son negras y las otras dos de azul intenso, las ventanas son igual de grandes que en la que me dio pero esta tiene gruesas cortinas negras que no permiten entrar la luz de sol.
Por supuesto, al igual que el resto de la casa, la habitación de Ömar derrocha lujo y ostentosidad. Me levanto y arreglo su cama. La mujer que me presentó ayer entra sin llamar y me hace dar un respingo. Exclama unas palabras en alemán, está igual de impresionada que yo de verme aquí.
—Disculpa, no sabía que estabas aquí —habla entrecortado seleccionado las palabras, recuerdo que me pidió hablarle despacio para poder entenderme.
—¿Dónde – está – Ömar? —pregunto lo más despacio que puedo y pronunciando cada palabra correctamente para hacerme entender.
—Esta mañana salió, tenía que viajar a Londres.
¿Se fue? ¿Sin despedirse de mí?
—Si, ya me lo había comentado, pero creí que se iría más tarde.
—Regresará en unos días. ¿Quieres comer algo?
—¿Qué hora es?
—Casi medio día, dormiste mucho. —Su mirada es cómplice, supongo que piensa que entre Ömar y yo pasó algo, estoy en su habitación, llevando solo el body de satén rojo. Ojalá hubiese pasado algo entre nosotros, pero no fue así.
—Si quiero comer, voy a cambiarme y regreso, no te vayas sin mí por favor, no quiero perderme.
—Descuida, termino de arreglar la habitación y me paso a la tuya.
Regreso a mi recámara, esta noche y las siguientes tendré que pasarlas aquí sola, sin la compañía y el calor de Ömar. Me ducho rápido, no quiero quitarme el olor de la piel de mi árabe, pero tampoco deseo que los empleados me vean como una persona sucia, al fin y al cabo estoy acostumbrada a ducharme unas diez veces al día.
Elijo los vaqueros con una playera sencilla de algodón, no voy a salir hoy de esta mansión. Ropa interior de una tela similar a la de los camisones que uso en el burdel, esta no puede ser sencilla, toda la que hay es hermosa y sensual.
Los zapatos de piso, estaré quince días sin usar zapatillas, un descanso para mis pies. Frederika entra a mi habitación cuando me estoy vistiendo y logra apreciar algunas de mis cicatrices de la espalda, se dirige rápido a mí y me observa de cerca.
—Dulce niña ¿Qué te pasó?
No sé que contestarle, si me lo está preguntando no debe saber que soy una esclava sexual y que Ömar me trajo aquí porque me ganó como cortesía por parte del prostíbulo que me tiene retenida. Pienso rápido que decirle y opto por decir una verdad disfrazada.
—Una persona me golpeó, un hombre cruel.
—¿Eres una esclava? ¿Cómo Marceline?
¿Qué? ¿La joven de cabello naranja también era esclava sexual? ¿Qué hace aquí? ¿Ömar la compró? A mí no me quiere comprar, eso me da un latigazo de furia en las entrañas. ¿Por qué a ella sí y a mí no? ¿Acaso la ama? Recuerdo cómo la abrazó y acarició, casi con ternura.
—No, sólo que una persona me maltrató mucho en el pasado. Dime ¿Cómo es eso que Marceline es una esclava?
—Hace años. El señor Amún la trajo a casa, no dio muchas explicaciones sobre ella, solo que ahora viviría aquí.
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PENUMBRA
Mystery / ThrillerTrilogía Oscuridad. Tomo 1 (Burdel) ¿Qué es lo peor que te puede pasar en la vida? ¿Ser una esclava sexual? ¿O enamorarte de alguien peligroso con un obscuro secreto que seguro te destrozará?