26. Dubái Mall

11.8K 1.2K 271
                                    

Amanecer entre los brazos de Ömar es lo mejor que me ha pasado desde que lo conocí, más aún que los maravillosos orgasmos que me dio anoche y que volvieron hacerme derramar lágrimas incontrolables.

Aunque no comprendo y me exasperan sus cambios de humor no puedo evitar sentirme bien a su lado, la idea de que sólo me queda una semana con él es angustiante. Debo actuar ya si quiero convencerlo de que me permita quedarme.

—Hoy es la cena con mis socios ¿Sigues pensando en acompañarme? —Se pone de pie y empieza a vestirse.

—Si por favor, pero no sé que ponerme —comento buscando en el guardarropa algo especial.

—No te preocupes, iremos a comprarte un hermoso vestido elegante.

—¿De verdad Ömar?

—Si, arréglate salimos en veinte minutos —dicho esto sale de mi habitación.

Corro como loca desesperada por todo el lugar, debo ducharme y vestirme en solo veinte minutos, busco en el armario el vestido mas bonito, quiero verme a la altura del árabe, arreglo lo mejor que puedo mi cabello con el escaso tiempo que tengo y coloco algo de maquillaje. El labio roto por la mordida que me dio Ömar hace unos días en el averno ya casi cicatriza.

Veo mi cuerpo, está lleno de marcas y moretones que se unen a las cicatrices viejas, debo tratar de cubrirlo lo mejor posible, la mordida de mi brazo aún se nota y aunque en la playa no me importó, ahora que iremos a una tienda donde venden vestidos lujosos no quiero verme tan maltrecha, el vestido que elegí es largo y con mangas acampanadas largas también, color rosa pálido y cumple con la tarea de cubrirme. 

Ömar como siempre va de negro, ya ni siquiera me lo imagino vistiendo otra cosa que no sea negro. El sitio al que vamos es poco menos que increíble, yo imaginé un lugar pequeño, pero esto es como una mini ciudad.

Mis ojos no alcanzan a ver todo lo que hay a mi al rededor, cientos de lugares con muchísima ropa, zapatos, joyas, gente con vestimentas extrañas y con las túnicas que usan aquí. Sitios para comer, para tomar el café, para que jueguen los niños.

Todo es luminoso, cuatro pisos inmensos repletos de cosas que apreciar, hay una caída de agua que no puedo dejar de admirar y una pecera inmensa.

Siento que quiero correr hacia todos lados y no perderme nada de lo que este sitio tiene para ver, pero debo controlar mi emoción para no poner en vergüenza a Ömar.

Mucha gente lo saluda a su paso, todos hablan en árabe, me mantengo cerca de él pero le doy su espacio, no parece tener ganas de presentarme con las personas que se le acercan, aguardo pacientemente a que termine de charlar con medio mundo.

—Entremos aquí —comenta señalando una tienda con preciosos vestidos de gala.

—¿De verdad me vas a comprar uno de esos lujosos vestidos?

—Si, lo necesitas para la cena, debes estar bien vestida.

—Gracias. —Hago el intento de abrazarlo pero me lanza una mirada de advertencia, se me olvida que no puede haber muestras afectuosas en público.

Las mujeres que atienden corren hacia Ömar y se deshacen en atenciones con él, a mí ni me voltean a ver. Él les indica que soy yo la que busca atuendo y entonces me prestan atención pero continúan pendiente más del árabe que de mí.

Me pruebo algunos vestidos realmente maravillosos, de telas tan suaves y finas como jamás he visto en mi vida, también zapatillas. Le modelo a Ömar cada vestuario pero el no parece muy interesado en verme desfilar frente a él, centra su atención en el teléfono móvil.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora