38. Penúltimo día (1)

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Ömar

Decido abandonar la habitación de Nath, no soporto verla en los brazos de mi hermano, sabía por boca de él y por las grabaciones de las cámaras que la relación de ellos se estaba haciendo mas sólida pero creí que solo era por parte de ella.

Amún dice que sigue apegado al plan pero lo dudo al notar la posesividad con la que la trata, mi hermano jamás había actuado así con una mujer, nunca le había importado compartirlas conmigo.

Ella lo está envolviendo, esa maldita zorra nos ha enredado a los dos en su trampa, lo único que quiere es quedarse aquí, lo único que le importa es su libertad.

Si ella supiera que por mas intentos que haga, por mas Te amo que me diga o le diga a mi hermano no le permitiré quedarse, ella tiene que pagar por lo que su madre hizo.

En lo que resta de la noche mi hermano no sale de su habitación, quiero creer que están durmiendo, me enfurece pensar que sigan teniendo sexo, ella fue mía primero, mi verga estuvo en su boca antes de la de mi hermano, se abrió de piernas para mi antes que con él, yo la hice llorar porque soy el mejor y se enamoró de mi aunque he pasado menos tiempo aquí con ella.

Duermo unas horas y me preparo para salir, necesito alejarme de ellos, llamo a Nahid para verla, debo centrarme en ella, será mi esposa algún día y no puedo permitirme que se desilusione de mí, nuestro matrimonio es un gran negocio para las dos familias, Al Qadar - Sulaymani sería un imperio muy poderoso y tengo que regresar mi atención a ese propósito, basta de perder el tiempo con Nath.

—Querido Ömar. —mMe recibe con una sonrisa resplandeciente.

—Hola mi amor. —Decirle así es una jugada sucia de mi parte, pero ella debe creer que estoy enamorado para que siga esperando por nuestro compromiso de matrimonio.

—Te he extrañado tanto. —Se acerca a darme un beso y le pongo la mejilla.

—Yo también Nahid. —La estrecho entre mis brazos suavemente, ella es demasiado delgada y temo lastimarla, no como a Nath que a pesar de ser también muy delgada se que es dura y resistente.

Conversamos mientras desayunamos, Nahid es una buena mujer, elegante, educada y reservada, lo que cualquier emeratí soñaría para tener como esposa, ni siquiera me ha reclamado por el hecho de que Nath esté en mi casa, ella sabe quien es porque me acompañó a la noche de gala del Burdel y aunque noté su incomodidad por llevarla conmigo se ha reservado los comentarios, tal como debe hacerlo una buena mujer musulmana.

Aunque ella y yo nunca nos hemos besado si hemos tenido relaciones sexuales, ella lo decidió así, jamás la obligaría a hacerlo, la respeto mucho.

Todo se dió en un viaje de negocios con sus padres a Ibiza, en el hotel ella quiso entrar a mi habitación y yo no se lo impedí es una mujer hermosa a la que es difícil negarse, al entregarme su virtud prácticamente quedó sellado nuestro compromiso, aunque todavía no le doy un anillo sé que ella es la mujer indicada para mi.

A pesar de no poder sacarme de la cabeza a otra.

Nahid toma mi mano y me lleva a su habitación, besa mi cara y cuello despacio, sus manos se van deshaciendo de mi traje lentamente, yo también le quito la ropa, suelto cada uno de los botones de su vestido y la despojo de él con delicadeza, ella es mi futura esposa y no puedo faltarle al respeto ni poseerla como a otras. Como siempre ella intenta besarme pero no se lo permito.

—Bésame mi amor —pide en voz baja

—Te besaré en el altar, vestida de novia. —Ella sonríe complacida por mi esquiva respuesta.

La llevo a la cama en brazos, recorro su cuerpo con mis labios, ella suspira y sonríe, su rostro se ruboriza cuando mis dedos rozan alguna parte íntima de su cuerpo, sus ojos siempre brillan cuando me ven, así es como se comporta una mujer enamorada, no como lo hace Nath, esa puta no sabe ni lo que es el amor verdadero, se revuelca con mi hermano cuando dice amarme.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora