42. Regreso

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Escucho música lejana, como si se tratara de un sueño, como esos sueños que tengo recordando mi vida en el orfanato, son borrosos e incomprensibles pero extrañamente familiares, así es esta música, es triste y oscura, me hacen ver en mi mente a un hombre magnífico, sentado frente a un piano tocando con los ojos cerrados en medio de la oscuridad.

Amún... mi árabe demente.

—Te odio Abtikari...

Sollozo, siento que ardo, me consumo desde adentro, quiero volverme cenizas y dejar de sentir, dejar de existir. Toda mi vida ha sido una serie de desgracias, cada una mas insoportable que la anterior, ser huérfana, secuestrada, subastada, esclavizada, azotada, engañada, pero lo peor de mi miserable existencia ser enamorada por un par de hombres sin corazón.

Sollozo, me sacuden los espasmos del llanto y los latigazos hacen mella en mi cuerpo, o lo que queda de él, ya no puedo decir que soy una mujer, soy solo un despojo de carne ensangrentada tirado a la basura. Un despojo al que todos han utilizado y engañado, un despojo al que nunca nadie ha querido.

Nadie nunca me ha amado...

Sollozo, yo lo hice, yo lo amo y sin embargo eso no le importó, me hirió de una forma mas cruel que con latigazos, se encargó de destruir mi cuerpo y mi mente día tras día con toda la premeditación del mundo, me hizo creer que de verdad le pertenecía, incluso llegué a ponerlo en mi mente por encima de su hermano.

Ömar... mi árabe frío.

Tan frío que quema como la marca que un día se posó en mi piel, él es peor aún, él fingió todo el tiempo ser un caballero, ser un hombre compasivo, fingió la ternura de sus caricias, fingió el pesar de su mirada, fingió los celos, fingió sentirse atormentado porque no me quedaría con él.

No soporto oírte decir que lo amas.

Sollozo, era una mentira ¿Cómo puede alguien fingir de esa manera? Yo creí que el era claridad y creo que es mas oscuro aún que su hermano, el otro por lo menos se mostró tal cual es desde el inicio, Amún destruyó mi mente y mi cuerpo, pero Ömar destruyó mi corazón.

—¿De qué me sirve que me ames si no voy a tenerte?

Sollozo, era mentira, todo era una mentira. Abrazo mi cuerpo, aunque no puedo abrir los ojos siento las lágrimas recorrer mi piel, mojando el cuero bajo mi mejilla.

La música cesa, inicia otra melancólica pero que me llenó de paz y tranquilidad cuando la escuché, cuando él la tocó para mí, como retribuyendo de alguna manera la canción que le canté, pero todo era mentira.

—Deja de lloriquear ya. —Su voz, la que tanto amo—. Falta poco para llegar, despierta.

Sus manos zarandean mi cuerpo, donde toca arde, hiere, su toque que provocaba corrientes eléctricas ahora solo lastima. Me levanta de la suavidad donde mi cuerpo reposa, me sienta y da ligeros golpes en mi rostro, intento abrir los ojos, me cuesta pero finalmente empiezo a ver de una manera borrosa lo que me rodea. Estoy en un automóvil.

—Despiértate.

—¿Para qué? —Es mejor seguir dormida, aunque ni así logro dejar de sentir.

—En unos minutos estaremos ya en el Burdel.

—¿Por qué Ömar? Yo no tengo la culpa de nada.

—Si la tienes, Kala mató a mi madre por tu culpa. —Eso me hace abrir los ojos de repente.

—¿Qué? —No tiene sentido, nada de lo que me han dicho tiene sentido.

—Cuando naciste... Eres la viva imagen de mi madre, Kala no soportó eso y en vez de matarte a ti decidió asesinar a mi mamá.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora