43. Sospechas

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Un mes después.

Cuatro semanas me tomó recuperarme por completo de las heridas, tiempo en el que Alek se ha comportado de una forma extraña, atento conmigo casi rayando en lo amable, me desconcierta esta actitud suya, pienso que de alguna manera me va a cobrar las atenciones que se ha tomado conmigo.

He permanecido en la misma habitación, Anne se ha encargado de curar las lesiones diariamente, de darme los medicamentos y se ha asegurado que ninguna de las chicas venga a molestarme como en el día que regresé.

Los primeros días dormí la mayor parte del tiempo, mi cuerpo y mi mente estaban completamente fatigados, destrozados, pero cuando comencé a recobrar las energías el dolor, el miedo, la angustia, el desasosiego se hicieron presentes de manera constante, no me dejan ni un segundo del día, ni siquiera dormida.

De hecho casi no duermo, cuando cierro los ojos la imagen de esos dos hombres perfectos y peligrosos acude a mi para atormentarme.

No he tenido ni una sola noticia de ellos, Alek no pronuncia su nombre, ni Anne, nadie, es como si ellos solo hubiesen existido en uno de los sueños que tanto me lastiman. Es mejor así, yo tampoco digo sus nombres, ni siquiera en mi mente, duele demasiado, el recuerdo quema.

Mantengo las cortinas de la habitación cerradas y las luces apagadas todo el tiempo, la oscuridad me brinda un poco de protección, disfraza los terrores que me embargan y en medio de la oscuridad casi puedo oír los susurros de sus voces llamándome.

Abtikari...

—No estoy —respondo al vacío.

Damiya...

Ya no existe.

Las lágrimas se han vuelto mis fieles compañeras, no necesito motivos para dejarlas salir, con el simple hecho de vivir, de respirar, es suficiente sufrimiento para que ellas se apoderen de mi.

Sé por boca de Anne que Marek ha estado en el Burdel, no ha venido a verme y espero que no lo haga nunca, él me mintió también, me dijo que me ayudaría y todo era parte del plan, él también quería vengar la muerte de Marie, muerte de la que yo tengo la culpa sin saber por qué.

Marie... ese maldito nombre lo aborrezco y me niego a pensar en la razón por la que nos parecemos. Sin embargo mi mente viaja a eso sin poderlo evitar, es la madre de ellos, fue esclava en este mismo lugar, sedujo a Marek y él la dejó libre, yo nací aquí y me parezco a ella, cuando nací Kala la asesinó...

No quiero pensar en ello, no quiero aceptar lo que las evidencias señalan, esa mujer de la que todos han sufrido su muerte y me han condenado a mi a pagar por ello no puede ser mi... no, ella no es.

Ellos no son mis... No, eso no puede ser, porque de ser así lo que me hicieron es aún mas horripilante, mas inhumano, mas desagarrador y ya no cabe una sola tortura mas en mi maltrecha alma.

—Te traje algo para desayunar. —Anne entra en el dormitorio con una bandeja de comida, lo de siempre, agua, café, media manzana, una tostada con mermelada y un huevo duro.

Aquí no hay delicioso qahwah, ni pan de pita con hummus, no hay jellab ni kebabs, no existe la comida especiada y picante, ni los frutos secos para picar.

La comida de aquí es asquerosa, el aspecto repugnante de lo que hay en la charola me revuelve el estómago y me hace dar arcadas. Tomo el vaso de agua y lo bebo, inmediatamente siento como regresa por mi garganta, me paro corriendo de la silla y voy al baño a vaciar mi estómago.

—Tienes dos días que no comes casi nada Cherry, de por si regresaste mas delgada, si sigues así vas a enfermar.

—La comida aquí es asquerosa Anne, no me culpes por sentir náuseas.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora