41. Verdades

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Voy en busca de Amún, desde anoche no lo he visto, creí que tal vez él iría a mi habitación por el hecho de no haber regresado a la suya pero no lo hizo, en toda la noche no pude pegar los ojos, la incertidumbre de lo que va a suceder me tiene nerviosa y ansiosa, necesito su abrazo y sus besos posesivos que me llenen de tranquilidad.

Su habitación esta vacía, es raro que el deambule por la casa de día, ¿Estará en el sótano o quizá la casita de bronceado? Bajo al averno a verificar si anda por ahí, tampoco está, busco por toda la casa sin encontrarlo, de hecho no veo a nadie, ni siquiera Frederika está en la cocina, Zanahoria tampoco.

¿Qué mierda, se desintegraron? Subo al dormitorio de Ömar, mis niveles de ansiedad se están desbordando y la sensación de presión en mi pecho se acentúa.

Entro sin llamar, él si está aquí colocándose un traje negro en el cambiador, verlo calma un poco mis nervios sin embargo la expresión gélida que compone al percatarse de mi presencia me hace dar latidos erráticos y esta vez no son de excitación, hay algo en su pose que me dice que algo no está bien.

—¿Dónde está todo el mundo? No localizo a nadie. —Me quedo parada en el marco de la puerta, no me atrevo a acercarme a él, a pesar de todo lo que hemos vivido en estos últimos días en este momento lo siento mas lejano que cuando lo conocí.

—Mi hermano debe andar por ahí con Marceline, hace un rato estuvieron aquí, Fredik fue a surtir la despensa. —Su tono de voz es insondable, no puedo percibir su estado de ánimo como en otras ocasiones.

Y saber que Amún está con Marceline me atenaza las entrañas, la ira se acumula en mi garganta y amenaza con explotar, respiro varias veces tratando de controlarme, mis uñas se entierran en mis palmas. Mi reacción no le pasa desapercibida a Ömar que se yergue completamente mostrándose imponente y un tanto terrorífico.

—¿Tanto te molesta que ellos estén juntos? —sisea en voz muy baja.

—Sí —admito en otro siseo, aprieta los dientes y veo su mandíbula tensarse.

—Ella lo quiere, siempre lo ha hecho, hazte a esa idea. —Su declaración parece una burla y me cabrea más.

—Voy a buscar algo de comer. —Me doy la vuelta para salir de su habitación pero él se me adelanta y me aprisiona contra la pared.

—¿Reaccionarías igual si me vieras a mi con otra? —Lo miro con la rabia instalada en mi, no estoy de humor para sus celos estúpidos, estoy lidiando con los míos propios.

¿Y de que mierda le sirve preguntar eso si entre él y yo ya no habrá nada?

—No —respondo a pesar de que si lo haría pero lo que menos deseo es agregar esa tortura a mis pensamientos.

—Y dices amarme. —Su respiración acelerada y furiosa impacta en mi rostro.

¿Por qué hace esto? Si él decidió por mi anoche ¿Por qué carajo se pone celoso de su hermano si él no quiso reclamarme primero a pesar de que se lo pedí muchas veces?

—No estoy para tus celos Ömar. —Lo empujo y salgo de su habitación ignorando que me llama para que regrese.

Me sirvo un vaso de agua para apaciguar el ardor de mi garganta que implora por rugir hacia el exterior y mas cuando veo entrar a mí árabe demente con Marceline abrazada a él.

Amún trae una extraña visera sobre los ojos que se levanta al entrar a la cocina revelando una gafas negras herméticas que le cubren por completo los ojos,  verlo con eso es extraño y un poco tétrico, debió salir a la luz del sol... con ella y conmigo nunca lo ha hecho.

Él se quita el aparato y lo deja sobre la barra del desayunador, Zanahoria me mira desafiante y con la estúpida sonrisa de satisfacción, la misma que me dió cuando Frederika curaba mis heridas, se sueltan y ella se dirige la estufa.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora