Capítulo 9

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Bastian 10 años de edad. 

Bárbara 5 años de edad. 

Otoño de 1995...

—¿Estás segura de lo que haces? —cuestiono la tía de Bianca hacia ella.

Sus palabras en francés fueron delicadas, pero al mismo tiempo mostró su preocupación por su sobrina.

—Vamos Laetitia, es ahora o nunca —respondió Bianca lanzando algunas maletas en la parte de atrás del convertible de su tía.

—Si mi hermano estuviese vivo me mataría —aseguro Laetitia mirando de reojo la rapidez con la que Bianca lanza maletas en su bonito coche—. Ten cuidado con mi niño, Bianca.

—Sí, sí, qué mierda de coche. No tiene espacio —comento Bianca exasperada al ver como las grandes maletas quedan abultadas en los asientos—. Tu maldito gusto por los carros descapotables.

—Soy tu tía, respétame —gruño Laetitia acomodando la bandana en su cabeza para recoger su cabello negro.

—Solo eres mayor que yo por tres años, no jodas —espeto Bianca de la misma manera porque ambas se han tratado siempre como amigas—. El abuelo era un imbécil repartidor de esperma.

Bianca se apresuró a subir al asiento pasajero y dio una última mirada a la mansión de la familia.

—Arranca el coche antes de que mi madre se arrepienta de temerle a los rumores de su promiscuidad o empiece a quejarse de lo mucho que sacrifico por tenerme —pidió Bianca dándole golpecitos a la guantera del auto.

—Vas a meterte en problemas —aseguro Laetitia mirándola de soslayo, sabiendo que ha robado más que joyas de la familia.

—Era dinero de mi papá. ¿Prefieres que se lo quede ella? —cuestiono Bianca mirándola mal.

—No, con un demonio, yo también estaba pensando en quitárselo, de todas formas, me voy a encargar de que mis sobrinos no la pasen mal —aseguro ella arrancando el motor y saliendo del lugar a toda marcha—. Espero que tengas un buen futuro, cariño.

—No me hables como si fueses una anciana, es malditamente incómodo —espeto Bianca enfurruñada en el asiento del copiloto, observando el paisaje a su alrededor.

Desde la carretera por la que andan se pueden ver las costas de Niza, suspiro un poco, tener una mansión en las colinas tiene sus ventajas, lo extrañaría, pero aún hay todo un mundo allá afuera que sigue esperando por ella. Lo único de este sitio que añorara más que a cualquier otra cosa es a Alain.

—Perdóname... —murmuro Bianca en un hilillo de voz observando el paisaje mientras piensa en el amor que deja atrás.

—Oye, no te pongas sentimental —sermoneó Laetitia mirando la carretera sin voltear a observarla—. Estás tomando una gran decisión, quedarte aquí, solo te hubiese llenado de miseria y atrapado a Alain en nuestros problemas familiares, los Delon son buena gente, te aseguro que, en un futuro, sin importar que, irán a buscarte.

Bianca empezó a llorar, sí, esto es lo mejor para ambos, si nada más hubiese nacido en una familia un poco menos exigente, no tendría que escapar, porque quien podría imaginarse los horrores que le harían al enterarse de su embarazo.

—Y mientras tú estés lejos, yo me voy a encargar de destruir a la familia —aseguro Laetitia tomando una curva al entrar en la ciudad—. Creo que ya es tiempo de acabar el linaje familiar —aseguro ella recordando todos los abusos que ha recibido en su hogar también.

Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora