Capítulo 8

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Bastian 9 años de edad. 

Bárbara 4 años de edad. 

Primavera de 1994...

—Bianca —murmuro Luar meciéndola—. Bianca, despierta —repitió colocándose nerviosa—. Mierda, no me hagas esto ahora. ¡Despierta maldición!

—¡Ah! —grito Bianca, levantándose repentinamente de la cama por el susto.

Bianca observó la cara preocupada de Luar, se miró las manos y luego la puerta de la habitación, Bastian y Bárbara están asomados en la puerta con los ojos llorosos.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué esas caras? —pregunto Bianca extendiendo las manos para que Bastian viniese a abrazarla—. ¿Qué hora es?

Bastian se acurrucó en sus brazos tranquilizándose.

—Ah... Mamá... —balbuceo Bastian con los ojos cristalizados—. No te levantabas y fui a buscar a la tía Luar —empezó a hipar—. ¿Por qué no te levantabas?

—Tranquilo cielo, solo tengo el sueño pesado —comento Bianca con una sonrisa, acariciando su cabeza—. ¿Cierto? —observo a Luar.

Luar se mordió la mejilla interior y frunció los labios, con los ojos un poco aguados y la tensión en los hombros de lo preocupada que se había puesto, esta es la primera vez que pasa algo así.

—Sí, tu mamá nada más tiene el sueño pesado —aseguro Luar intentando sonar convincente—. Tienes que desayunar para ir a la escuela y Bárbara, hoy te vienen a buscar los abuelos, solamente coman cereal por hoy.

—¿Tía, vas a estar bien? —pregunto Bárbara mirando a Bianca con preocupación, el llanto de Bastian la había puesto nerviosa.

—Si cariño, todo está bien —afirmo Bianca con una media sonrisa—. Ve a comer.

Bastian se levantó poco convencido del regazo de su madre y camino muy despacio hacia la entrada de la habitación, tomo de la mano a Bárbara y cerró la puerta. Luar se desplomó en el suelo, las rodillas le tiemblan, poso su cabeza sobre el colchón de la cama y miro a Bianca con los ojos aguados.

—Los niños... Los niños aún están jóvenes —empezó a balbucear Luar con los ojos cristalizados—. Tú estás joven, aún es muy pronto —Las manos le temblaron cuando tomo la de Bianca.

—Tranquila Luar, no estoy mal, aún tengo mucho camino por delante —Bianca acaricio su cabeza intentando calmarla.

Luar la miro mal y se secó las lágrimas con brusquedad.

—No me mientas, dime que te dijo el doctor la última vez —pidió ella recelosa con su amiga, ya que está segura de que le oculto información—. Por favor, no quiero salir un día y sorprenderme porque llegue a casa y estás muerta.

—Luar... —murmuro Bianca con los labios temblorosos al intentar volver a sonreír—. No quiero morir... —admitió llorando—. Pero no sé cuánto falte, voy a dejarte lo suficiente para que puedas cuidar a los niños por ti misma, no te preocupes, tengo mucho dinero que no he tocado y trabajo para no tener que hacerlo.

—No quiero tu maldito dinero, quiero que te quedes a mi lado —admitió Luar con enojo—. No me gustan tus planes de muerte, mierda, no quiero esto.

—Yo tampoco lo quiero, sin embargo, es lo que hay que hacer —admitió Bianca colocando su mano sobre su pecho y arrugando la camisa—. Este corazón no sé cuánto resista, pero voy a aguantar todo lo que pueda, no te enojes conmigo.

—No estoy enojada contigo, estoy enojada con la vida —Luar se levantó del suelo y se sentó en la cama para abrazar a Bianca—. Eres mi hermana, no quiero perderte.

Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora