Capítulo 43

19 6 0
                                    

Solo en la oscuridad, puedes ver las estrellas - Martin Luther King

Bastian, 29 años de edad. 

Bárbara, 24 años de edad. 

Verano de 2014

Bastian entró en un consultorio, admiro los títulos del doctor colgados en las paredes, con nombres de universidades que apenas y conoce, miro las fotografías y una que otra decoración de mesa, a un lado de las fotografías hay una taza que tiene algunos bolígrafos. Y una cantidad desmesurada de documentos al lado de una Laptop.

—Soy Bastian, un placer —Bastian extendió su mano para estrechar la del doctor frente a él.

—Ricardo. El doctor Marcano, me hablo bastante sobre ti, un placer. Lo mejor que pudiste hacer fue pedirle una recomendación a él —aseguro.

Ricardo es un hombre de ojos oscuros, al igual que su cabello, que tiene una que otra cana y es de tez morena.

—Lo solicitaste justo a tiempo, tienes suerte de que necesito a alguien en mi equipo, mi antigua fisioterapeuta, se fue del país para casarse —sonrió apretando la mano de Bastian, sus manos están un poco ásperas por el trabajo duro.

—Gracias a usted por recibirme —dijo cauteloso Bastian—. Apenas me estoy acostumbrando a la ciudad.

—Sí, Marcano, me contó sobre ello, también fue tu profesor, así que estoy seguro de que te enseño todos sus trucos —Ricardo frunció su nariz un poco desviada del tabique—. Me contó una que otra cosa sobre ti, aparte de tus estudios, pero no te preocupes. Vamos a cuidarte bien.

—S... ¿Sí? ¿Qué otras cosas? —cuestiono Bastian un poco nervioso.

—Que solías escaparte entre jornadas al patio a fumar, también me dijo que ya dejaste el hábito, pero que te tenga un ojo encima —Ricardo sonrió con gentileza—. No te preocupes, lo más difícil de estar limpio, es aceptar que un día no lo estuviste. Sé que es algo personal, pero Marcano te tiene apego y espera que te vaya bien aquí —suspiro—. Espero que puedas adaptarte sin problemas, has pasado mucho tiempo limpio como para recaer ahora.

—Yo... Está bien —Bastian se quedó en silencio.

No pensó que el profesor Marcano se hubiese dado cuenta, pero de seguro era demasiado obvio como para que no lo notaran. A pesar de todo eso, lo dejo seguir trabajando, incluso sabiendo que no estaba al cien por ciento mientras trabajaba. Tuvo suerte de que fuese él y no alguien más quien se enterara, o tal vez él siempre lo estuvo cubriendo. Pudieron haberlo expulsado del trabajo; de las pasantías, de todo, si hubiese cometido un error debido a las sustancias. Él era en ese momento un peligro para cualquier paciente y aun así no hizo nada para detenerlo. Bastian se pasó la mano por la cara como si una gran preocupación fuese liberada, notando como siempre lo estaban cuidando y él simplemente asumió que estaba haciendo las cosas lo suficientemente oculto. Y nadie notaba sus carencias, tuvo suerte en rodearse de personas que se preocuparon por él, cuándo él ni quiera se dio cuenta.

—Voy a hacer las cosas bien —aseguro Bastian.

—Pensé que seguías en shock, te quedaste en silencio por un rato, estoy seguro de que lo harás bien. Si no, no habría aceptado recibirte en primer lugar —Ricardo lo miro fijamente y luego dirigió su mirada a unos papeles sobre la mesa de su consultorio—. Ahora, si no te importa, tengo que ir a martillar unos huesos —sonrió divertido—. Dirígete al área de terapias y busca a una enfermera llamada Anne, es parte del equipo —El doctor se detuvo un segundo—. Ten algo de cuidado con ella y buena suerte —dijo dándole algunos empujoncitos para salir del consultorio junto a él—. Sigue el pasillo, seguro encuentras rápido el lugar —señalo la dirección opuesta a la de él.

Bastian se quedó estático en su lugar, viendo al doctor alejarse, reacciono y se puso en camino a su destino, algo aturdido aún por la información. Entro en la sala de terapias y busco alrededor con la mirada, preguntándose a sí mismo a quien acercarse primero para preguntar. Atrapo al primer enfermero que le paso lo suficientemente cerca y pregunto por Anne. Él le señaló a una señora sentada en un banquillo cerca de la esquina del sitio, tomando un poco de zumo. Bastian decidió acercarse con cautela.

—¡Oye niño! ¡Camina erguido! ¿Te voy a comer acaso? No recuerdo haberme visto colmillos antes de salir de casa —Anne lo miro seriamente dándole otro sorbo a su vaso de zumo de naranja.

Bastian enderezó su espalda y levanto la mirada, no había notado que estaba cabizbajo.

—Mira —Anne un movimiento con su lengua y saco ligeramente la prótesis superior de su boca, mostrándole seis dientes de los superiores—. No hay colmillos.

Él se quedó sin palabras. ¿Qué mierda había sido eso? Se echó a reír sin poder controlarlo.

Anne le dio una mala mirada, pero aun con su rostro serio, una de sus comisuras se elevó con gracia. Bastian se tranquilizó y se tomó un momento para detallarla, cabello corto platinado con algún producto, piel blanca llena de arrugas y ojos oscuros. Decidió tomar asiento a un lado de ella y extendió su mano. Anne hizo una cara y bufo.

—No necesitas ser formal, ya sé todo lo que tengo que saber sobre ti ¿Y sabes qué? —cuestiono Anne mirándolo de reojo.

—¿Qué? —pregunto Bastian dudoso.

—Necesitas comer más, estás muy delgado —aseguro ella—. Los jóvenes de ahora adelgazan cada vez que sus emociones cambian —Negó con la cabeza disgustada—. No puedes dejar de comer por mudarte a una nueva ciudad ¿Almorzaste?

Bastian negó con la cabeza.

—Ves, te saltaste una comida. Y todos esos jóvenes que van por allí sintiéndose increíbles como si fuese un superponer aguantar hambre —Lo estudio detenidamente—. ¿No tienes insomnio también? ¿O sí? Empezar una nueva vida no es fácil, pero no puedes desmayarte en el trabajo. Todo flacucho ¿Cómo piensas hacerle terapias a la gente? ¿Tienes siquiera fuerza para levantar a un paciente? —Metió su mano en uno de sus bolsillos y le dio un caramelo—. Deberías ir al gimnasio, allí van todos —Señalo a una enfermera—. Adelaida va a un gimnasio, deberías decirle que te lleve con ella —Anne se quedó en silencio unos minutos—. ¿No vas a decir nada o qué?

—Solo me pregunto por qué me trata así —Bastian escondió sus manos en los bolsillos con timidez.

—¿Quieres que te trate como un adicto?

Bastian se quedó frío en su lugar ¿Su mentor se lo había contado a todos?

—No —respondió él en alerta.

—Entonces enderézate en la silla, vas a dañar tu columna. Claro que Ricardo y yo sabemos de tu antecedente, tenemos que saber con quién trabajamos y Marcano nos tiene confianza. Así que no te preocupes, no lo hizo para perjudicarte, lo hizo para que te ayudemos si vuelves a recaer —Anne, lo miro fijamente—. Que espero no tengamos que pasar por esa situación. Ricardo y yo tenemos debilidad por las generaciones más jóvenes —suspiro—. Yo tengo que lidiar con mi nieta y Ricardo simplemente tiene un fuerte instinto paternal. Pero no te confíes, voy a patearte si miro estupefacientes o psicotrópicos cerca de ti.

—Entiendo —aseguro Bastian mirándola.

—Más te vale —comento Anne—. Sigo sin entender por qué a tu edad eres tan cohibido ¿Qué no sales de tu casa? ¿No tienes un hobby o solo le perteneces al trabajo?

Bastian se quedó en silencio.

—Necesitas socializar —afirmo ella—. No lo haces lo suficiente.

 No lo haces lo suficiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora