Capítulo 41

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Bastian, 27 años de edad. 

Bárbara, 22 años de edad. 

Diciembre de 2012...

Bastian se quedó sentado en el mueble mirando como Luar ayuda a Bárbara a empacar sus cosas, la vida es así después de todo. No puede retenerla, aunque no quiera que se vaya y aunque quiere irse con ella, aún no termina su segunda especialidad. Así que solo pueden esperar ambos a volver a reunirse.

—¿Te llevas tu taza favorita? —pregunto Bastian mirando a Bárbara.

Ella negó sutilmente con la cabeza.

—No, voy a dejar las cosas delicadas, para que me las lleves tú —sonrió tomando entre sus manos una chaqueta y apretándola contra su pecho—. Hace algo de frío ¿No?

—Sí, ya casi llega el invierno.

—Bueno, yo voy a ir bajando las maletas para que Felipe las acomode en el coche —comento Luar tomando una maleta en cada mano.

Bastian se levantó y se acercó a Bárbara para abrazarla contra él.

—Este lugar se va a sentir vacío sin ti —Puso su mentón sobre el hombro de ella encorvándose un poco—. Puedo pedirte que te quedes conmigo.

—Puedes... —afirmo Bárbara.

—Pero no lo harás —suspiro Bastian.

—No —aseguro Bárbara—. Voy a tomar las clases para poder ser maestra de braille y luego me volveré a mudar. Con Leonardo siempre hablaba de mudarme al centro de Barcelona, porque cuando él hablaba sobre la ciudad se oía agradable, siempre quise comprobarlo por mí misma.

Bastian la estrujo contra él con el ceño fruncido.

—Puedo escuchar e imaginarme tus pucheros —comento Bárbara con una sonrisa.

—Es que me pone celoso ese imbécil —Bastian chasqueo la lengua—. El bastardo se desapareció como un diente de león en el aire, seguro está muerto y ni lo sabemos.

Bárbara le dio un golpe suavemente para reprenderlo.

—No está muerto.

—Ni tampoco vivo —bufo Bastian—. Quieres encontrarlo, no me lo niegues, de seguro ya lo chupo el diablo y tú preocupándote por él.

—¡Bastian! —espeto Bárbara con el ceño fruncido.

—Ya me callé —Desvió la mirada, aunque sabe que Bárbara no lo puede notar—. Bastardo suertudo —farfullo.

Él tomó entre sus manos el rostro de ella y con delicadeza la acerco para darle un beso lento, como si intentara grabarse lentamente el sabor de sus labios. Ambos suspiraron cuando se separaron y sonrieron.

—Voy a pasar cada día preguntándome que haces y si estás bien, quiero que te cuides bien y no pases hambre, no aceptes dulces de los extraños y si te sientes triste, llámame. Voy a visitarte en mis días libres —Bárbara acaricio su rostro con cuidado.

—Y yo iré a verte en los míos —aseguro él volviendo a abrazarla—. Quiero estar así por siempre.

—Pero no pueden, porque vamos a llegar tarde a casa —Los interrumpió Luar desde el marco de la puerta—. Ya sepárense, que nadie se está muriendo, van a verse cada vez que puedan, los jóvenes son todos llorones —suspiro Luar recordando cuando tenía su edad, aunque a la edad de ellos, ella ya tenía a Bárbara.

Luar los miro de reojo pensando en si algún día iban a darle un nieto o no. Tomo una de las cajas que empaco Bárbara y decidió llevarla al coche.

—Ven, tienes que irte —Bastian se separó un poco de Bárbara, tomo la última caja de pequeñas cosas que empaco Bárbara, sus libros y notas en braille.

Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora