Capítulo 35

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Hay música de ambiente

Bastian, 23 años de edad. 

Bárbara, 18 años de edad. 

Otoño de 2007...

Bianca se quedó mirando a Bastian con seriedad, ha estado dando vueltas alrededor del apartamento desde hace un rato, para calmarse. Llevan discutiendo un buen rato, todo lo que está sucediendo y su pelea con Bárbara.

—Tienes que hablar con ella y pedirle disculpas, ya paso una semana —Bianca frunció el ceño mirándolo fijamente—. ¿Vas a dejar las cosas así? Ella se va a alejar de ti, quién sabe por cuánto tiempo, si no lo solucionas ahora tal vez nunca puedas hacerlo.

—No sé qué esperas de mí, todos quieren algo de mí que no puedo dar. ¡No sé cómo arreglarlo! —exclamo Bastian sacudiendo sus manos con frustración—. No sé ni siquiera como solucionar las cosas que hago en este momento y quieres que solucione las cosas con ella. Solo déjame en paz, deja de darme sermones, deja de intentarlo, solo quiero... ¡Quiero estar solo!

—Te conozco mejor de lo que tú mismo lo haces, sé que quieres que alguien te apoye, pero no confías en mí para hacerlo —comento Bianca con seguridad.

—Eres como una extraña, tú tampoco confías en mí ¡¿Crees que no sé qué vas al hospital cada mes?! ¡¿Qué es?! ¡Te desmayas! ¡Desapareces unos días! ¡Y no me dices nada de lo que sucede! —Bastian la miro con recelo y preocupación—. ¡¿Sabes cómo se siente tener que irse a la escuela luego de que tu mamá no se despertara ni con gritos?! ¡¿O es que lo ignoras?! ¡Tener que llamar a la tía Luar, porque tienes el sueño tan «profundo» que pareces muerta! ¿Siquiera te imaginas lo desesperado que me siento cada vez que te enfermas? ¿Crees que no lo noto solo porque nadie me lo dice? ¿Por qué no me dices que tienes? —Algunas lágrimas empezaron a bajar de sus mejillas—. ¿Qué tengo que hacer para ser suficiente?

—Bastian, tú ya eres suficiente, es solo que...

—¡¿Qué?! —Le interrumpió con enojo—. Si nada más vas a seguir esquivando el tema, entonces déjame hacer lo mismo a mí. No sé por qué te molesta que lo haga, si tú haces lo mismo.

—Tú no eres yo —Bianca frunció el ceño—. Deja de actuar como yo solo para hacerme enojar, sé que no lo haces porque seas así.

—No, claro que no soy como tú, pero parece que ese es el problema, porque no logro entenderte, a veces solo odio todo esto, a mí, a ti, a los demás. No sé qué hacer con lo que siento, es frustrante —Bastian se limpió el rostro con brusquedad, se apresuró a tomar una chaqueta mal puesta en una de las sillas cerca de la mesa y sus llaves—. Necesito despejarme, no me esperes despierta —dejo su celular en la mesa para que su mamá lo viera.

Él no quiere seguir hablando del tema, no quiere llegar a la pregunta que más teme, y no quiere escuchar la respuesta. La solo idea de pensar en su muerte lo atormenta.

—No olvides que te amo —dijo Bianca con tranquilidad viendo a su hijo irse.

El apartamento quedo en silencio, ella se quedó viendo fijamente la puerta por donde se fue Bastian, sonrió sintiéndose somnolienta, suspiro y se recostó en el sofá donde estuvo todo el tiempo hablando con Bastian.

—Te amo —murmuro Bastian, desde el otro lado de la puerta antes de irse.

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Luar miro el reloj en la pared, sin dejar de acomodar la mesa en el comedor, se preguntó que estaría haciendo Bianca que no viene a su apartamento para cenar juntas, se supone que ella compraría galletas en la pastelería para pasar la noche con juegos de mesa divirtiéndose. Ella frunció los labios y empezó a preocuparse, toqueteando el mantel con sus dedos.

Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora