Capítulo 1

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Bastian, 4 años de edad. 

Otoño de 1989...

Bianca, una joven mujer de piel blanca, algo tostada por el sol y cabellos oscuros al igual que sus ojos, suspiro con cierta nostalgia al ver la enorme barriga de su mejor amiga. Sintió un apretón en su pierna, bajo la mirada, para observar a su hijo abrazado a ella. Le sonrió y él le devolvió la sonrisa algo tímido. Sus ojitos oscuros miraron la calle con curiosidad, esperando que algún extraño cruzara la solitaria vereda.

Él, escondido detrás de la pierna de su madre, observó de soslayo la pequeña y redondeada esfera que apenas empieza a crecer en el abdomen de su tía.

«Seguramente tiene muchas lombrices» imagino el pequeño en su mente, por todas las veces que su madre le dijo que si come muchas golosinas se llenará de lombrices. Sí, seguramente es eso. Él está seguro de que a la tía Luar le encantan los dulces y a las lombrices los dulces.

—Bianca, mira aquí —pidió su joven amiga de piel tan blanca como un papel, sus ojos algo rojizos por su albinismo y la luz que los iluminan aún más, acompañada de sus cabellos teñidos de negro como los de una muñeca—. ¡Oye! —Meneo la cámara de polaroids en su mano para que posara.

Bianca observó a Luar con ambas cejas hundidas y le saco el dedo medio, tapando al mismo tiempo el rostro de su hijo con la otra mano, para que no la imitara. Su amiga capturó el momento en una fotografía. Al salir el papel de la cámara, empezó a sacudirle con una sonrisa llena de pena al ver la mirada asesina de su amiga. Si algo odia Bianca, son las fotografías.

—Espero que se queme —murmuro con cierto recelo.

—¿Es broma? —Su amiga la miro con una ceja arqueada aun sonriendo, sobo su vientre y suspiro—. Es un hermoso recuerdo —aseguro observando la fotografía.

—Claro —bufa Bianca rodando los ojos—. Por cierto, has pensado en lo que te dije. Ya sabes, unir los balcones —Recordó mirando hacia abajo, su edificio tan solo tiene unos tres pisos de altura—. La familia de abajo unió los balcones porque compraron los apartamentos conjuntos, es más espacioso —aseguro mirando sus balcones.

Desde donde hablan cada noche, seguras detrás de un barandal.

—Sí... Creo que no es tan mala idea, Héctor me ha dicho que podría pagarlo él —sonrió con emoción—. Eso sería bueno para los niños —Miro su vientre y luego a Bastian detrás de la pierna de Bianca.

—¿Crees que sea varón? —cuestiono Bianca.

—Ni idea —Luar se encogió de hombros en su lugar—. Debo esperar cualquier cosa, pero Héctor no me ha ayudado a escoger nombre.

—Esperas demasiado de él —espeto Bianca arisca—. Sigue sin caerme bien, y pienso que esta es la millonésima vez que lo menciono —Cuando vio a su amiga abrir la boca, siguió hablando para detenerla—. Sí, ya sé. Es tu decisión estar con él, yo solo doy mi opinión. Así que no le hagas caso a esta chica senil.

—Como sea —corto el tema Luar—. Creo que si sería grandioso unir ambos balcones.

—Lo sé. Por cierto, has pensado en ponerle un nombre que empiece por «B» —Movió las cejas Bianca—. Es de buena suerte —Hizo un mohín de aprobación—. Y lo digo en serio.

—Sí, lo pensé, tal vez si es varón le ponga Billy —aseguro Luar.

Bianca la miro con una arruga en su frente por el mal gusto de su amiga en nombres, al menos según su opinión.

—Y si es niña, le pondré Bárbara.

—¿Cómo? —Bianca, estallo en carcajadas—. Le pones Bárbara y te aseguro que va a salir con un carácter del demonio.

Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora