Capítulo 45

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Bastian, 31 años de edad. 

Bárbara, 26 años de edad. 

Invierno de 2016.

—Buenos días —saludo Bárbara a sus compañeros de trabajo.

Doblo su bastón y lo coloco sobre su mesa de trabajo, tanteo su silla y colgó el pequeño bolso que llevaba, en una esquina; para luego tomar asiento. Hay al menos ocho personas dentro del lugar, cada quien tiene su propia mesa de trabajo. Y por ahora cada uno se dedica a transcribir libros y artículos antiguos, a computadora. Para el desarrollador de una aplicación de lectura, que facilitara la distribución de la información para los invidentes. Aunque es algo que necesita de mucho trabajo y dedicación. Al menos muchos serán capaces de encontrar audiolibros de los que son costosos comprar en físico. Y de muchos artículos científicos e informativos, incluso uno que otro artículo de la farándula.

—Veo que llegas muy emocionada hoy —comento una chica en la mesa de al lado, sonriendo mientras entorcha un mechón de su cabello negro en su dedo.

—¿Lo ves con tu ojo que absorbe energías o con el que sí sirve? —cuestiono un chico que organiza libros en un estante, tocando el lomo de estos mientras lee el relieve.

—Ignacio, deja de molestar al oráculo —pidió Bárbara con una sonrisa.

—¡Yo, Munira, con este ojo! —Munira dejo su cabello en paz y señalo su ojo derecho—. Lo puedo ver todo, y saber que te ves muy animada.

—¡Estos ojos! —Ignacio se señaló ambos ojos de forma burlona—. No pueden ver nada —Una risa animada salió de sus labios.

Bárbara no pudo evitar reírse al escuchar a Munira dar un quejido infantil al escucharlo.

—Cree que porque tiene una prótesis de piedra pulida absorbe energías místicas —bufo Ignacio negando con la cabeza—. Tu ojo bueno va a perder su funcionalidad de tanta superstición, eso y la infección que puedes obtener en tu ojo de piedra.

—¡No es piedra! ¡Es cuarzo! ¡Cuarzo pulido, para aclarar la mente! —replico ofendida Munira.

—Pi. E. Dra. —resoplo Ignacio, leyendo con más intensidad el lomo de los libros con sus manos.

—Sabes que veo —comento Munira—. Que estás de mal humor, tal vez sea porque te pusiste la sudadera al revés —dijo burlona.

Ignacio detuvo sus manos y se tocó la sudadera, no es de cierre y Munira tiene razón. Las costuras están por fuera, Ignacio se mordió el labio fastidiado, no durmió bien el día anterior y se levantó apurado. Por eso no lo noto.

—Deberías ir al baño a darle la vuelta —dijo Bárbara tocando algunas hojas puestas sobre la mesa de su escritorio.

—No, sabes que, está bien —Ignacio dejo los libros de lado y en un rápido movimiento se sacó la sudadera, le dio vuelta y se la volvió a poner.

Munira se quedó unos segundos anonadada, su cuerpo esbelto y delgado la deslumbro por un momento. Piel blanca, rasgos faciales finos y labios gruesos, cabello negro corto y ojos un poco estrechos, acompañados por esa típica nariz alargada, que le da características europeas. Sintió el sonrojo subiendo por su rostro y se mordió la mejilla conteniendo el disgusto.

—Imbécil —murmuro Munira desviando la mirada.

Bárbara sonrió, no pensó encontrar un ambiente de trabajo así de bueno, aunque tiene que admitir que a veces las peleas que se generan son divertidas y tediosas en cantidades iguales.

Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora