Capítulo 30

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Bastian, 22 años de edad. 

Bárbara, 17 años de edad. 

Primavera de 2006...

—Solo admítelo Barbie —comento Leonardo y sujeto su cabello con una liga.

Tiene el cabello hasta los hombros.

—Que te den... ¿Y qué con ese apodo? Te he dicho que no me llames así —gruño Bárbara desviando la mirada hacia la puerta del comedor del instituto.

—Sabes que Leo tiene razón —aseguro Dionne metiendo un caramelo a su boca—. Tienes un instinto materno muy feo.

—Ves, hasta Dionne me apoya y eso es un milagro. Te aferras a Bastian, piensas que tienes que cuidarlo, como si fuese tu hijo —opino Leonardo sujetando la puerta para que las chicas pasen.

—Una relación algo incestuosa si me lo preguntas —replico Dionne buscando una mesa para poder tomar asiento.

—Dionne, no me ayudas —mascullo Leonardo con mala cara.

Bárbara puso los ojos en blanco y suspiro.

—No siento que tengo responsabilidad hacia Bastian —gruño segura de sí misma.

—¿Eso crees? ¿Entonces porque empezaste a hablarme en primer lugar? Estoy seguro de que fue porque tengo una apariencia lamentable como la de él y te viste en la necesidad innata de «salvarme» —objeto Leonardo pasándole algo de dinero a Dionne para que compre bocadillos—. Ya sabes, tengo mirada triste, soy terco y cumplo con las características de alguien a quien puedes apoyar como soporte y no, no es tu responsabilidad, siempre te lo digo, puedo lidiar con mis problemas, no puedes aferrarte a mí, como te aferras a él.

—¿Odias que te ayude? ¿Es eso? ¿No quieres que me preocupe más por ti? —pregunto Bárbara, ya cabreada de escucharlo, y tomo asiento frente a él.

—No me estás comprendiendo, te digo que agradezco tu ayuda, pero deberías preocuparte más por ti misma, no desbordar esa empatía incondicional y perdonarme cada vez que lo arruine, quiero que te enojes, que vivas tu vida. Independízate, diviértete sin miedo. No te aferres a Bastian o a mí, como si en algún momento fuésemos a desaparecer, porque, aunque lo hagamos, no somos tu responsabilidad, tú eres tu propia responsabilidad.

—¿Aún te quieres suicidar? —cuestiono Bárbara algo preocupada al escucharlo.

—Barbie... —Leonardo suspiro—. Presta atención a lo que digo, no escuches solo lo que quieres —sermoneo frotando el puente de la nariz con frustración—. Si yo decido suicidarme o no, es mi decisión, no es tu culpa, mucho menos tu responsabilidad hacerme feliz, yo soy responsable de mi propia vida. Así que deja de desviarme el tema y dime que harás con Bastian.

—Entiendo lo que dices —Chasqueo la lengua Bárbara—. Pero no me estoy aferrando a él, solo quiero ayudarlo, quiero que sea feliz.

—¿Sacrificando tu propia felicidad? —pregunto Dionne al llegar a la mesa y tomar asiento trayendo consigo algunos paquetes de frituras—. Que le den... Bastian no es un niño, es un adulto, toma sus propias decisiones, si quiere joder su vida es su problema. Él también sabe lo que es bueno y malo.

—Pero necesita ayuda —insistió Bárbara.

—¡¿Y por qué tienes que ser tú quien le ayude?! —exclamo Dionne molesta y luego se relajó al ver que algunas personas se giraron a verla—. No me gusta, siempre que hablas con él tu estado de ánimo cambia. Puedo aceptar que ayudemos a este cejudo —señalo a Leonardo—, pero al menos Leo escucha. Hablar con Bastian es como conversar con una pared, incluso mi hermano está perdiendo las esperanzas de que le escuche.

—Si tienes algo en contra de mis cejas, solo dímelo —gruño Leonardo mirando fijamente a Dionne.

—Shh... —Dionne levanto su mano para poner el dedo índice sobre la boca de Leonardo y hacerlo guardar silencio—. Ya casi la convenzo, no interrumpas.

—Yo los entiendo —aseguro Bárbara.

—¿Pero...? Vamos, dilo, siempre hay un «pero» —protesto Dionne.

—Es mi decisión ayudarlo —recalco Bárbara.

—Si serás... —murmuro Dionne con frustración—. Bien, mejor me como las jodidas frituras antes de que me dé una crisis.

Leonardo sonrió y miro a Bárbara con suavidad, es igual de terca que él. Tal vez por eso se llevan tan bien. 

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—Cuando Dionne se gradúe nos iremos del país —comento Aarón mirando a Bastian.

Bastian guardó silencio viendo a las personas pasar, se acomodó mejor en el banco del parque y froto sus manos. Miro a Aarón de reojo y frunció el ceño, suspiro y acabo por sacar una cajetilla de cigarros del bolsillo derecho de su pantalón, del otro tomo un encendedor y prendió un cigarrillo.

—Entiendo —aseguro Bastian con una media sonrisa y su cigarrillo en la boca.

—¿No dirás nada más? —cuestiono Aarón.

—Decir algo más ¿Hará que te quedes? —Bastian dio una calada al cigarro y soltó el humo hacia el otro lado para no tirárselo a Aarón.

—Bastian, es decisión de mis padres, papá va a tener un mejor puesto de trabajo en Chile como asesor en una empresa, sabes que si pudiese quedarme lo haría —afirmo Aarón colocando una de sus manos sobre el hombro de Bastian.

—No quieres que sea amigo de los chicos de la universidad, pero tampoco estarás cerca de mí mucho tiempo más —Dio una profunda calada al cigarrillo y desvió la mirada.

—No te estoy abandonando y sabes por qué esos chicos me caen mal —replico Aarón de mala gana—. ¿Quieres ser un adicto? —pregunto, pero solo hubo silencio—. Sabes que no puedes vivir así, mírate, fumas cigarrillos normales porque no puedes contra la ansiedad de no tener hierba. Me dijiste que podías parar cuando quisieras, pero solo estás empeorando. ¿Qué sigue? ¿Pastillas? ¿Polvo?

—¡Joder, lo estoy intentando, bien! Si puedo parar... —insistió haciendo el amago de encender otro cigarrillo.

—Por favor, basta —Aarón tomo su mano antes de que pudiese encenderlo—. Me duele verte así, ni siquiera te reconozco ¿Sabes cómo he estado estos meses? Te llamo y apenas dices algo, igual con los mensajes.

—Siempre dices que estás bien —objeto Bastian, mirando a Aarón a los ojos.

—Mi pareja me dejo —confeso al aire.

Bastian lo miro con interés.

—Pero tú ni siquiera sabias que tenía una, ¿no? —Aarón suspiro y desvió la mirada—. No llevábamos mucho tiempo juntos, solo cinco meses, me dijo que no era lo que él estaba buscando. Pero nuestras conversaciones ya no son importantes, solo cosas banales, hablas poco de ti y yo no encuentro la forma de contarte mis problemas porque tienes los tuyos propios y lo entiendo, pero... No lo sé... Solo quiero que me vuelvas a hablar como antes.

—Aarón yo...

—No importa —interrumpió a Bastian—. Tienes otras cosas más importantes en las que pensar —Se levantó del banco—. Al menos despídete de mí antes de que me vaya ¿Sí? —pidió dejando atrás a su amigo.

Bastian se pasó una mano por el cabello con frustración y solo se quedó mirando a Aarón alejarse. 

 

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Las hadas nos odian │ST 2│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora