Capítulo 27

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Durante toda la tarde, no se movió de su lado, había caído lentamente la noche, los minutos pasaban lentos y pesados, las horas eran interminables en la más terrible de la soledad, la visita de Carmen la sacó de su ensimismamiento, pesado y triste. La hizo pasar a la habitación, y hablaron en voz baja

Ca_ Debes tener paciencia, esto es muy duro

A_ Lo sé, me siento tan impotente

Ca_ Así es... pero no puedes desfallecer, al menos no delante suya

A_ Me resulta difícil, llevo casi dos meses desde que todo empezó tratando de mantenerme a flote, a veces no sé si lo lograré, y entonces me siento perdida

Ca_ Con el amor que sientes lo vas a lograr, debes tener paciencia y Fe en ti misma, tú eres quien la puedes sacar de donde está. Sólo tú. Pero cuando desesperes no te quedes sola Alba, sabes que estoy a tu lado y lo que necesites a la hora que necesites me tendrás

A_ ¿Carmen, se que eres una persona maravillosa, pero... ¿por qué haces esto por nosotras? –le preguntó con un poco de desconcierto

Ca_ Porque creo en el amor, creo en las personas que en sus ojos transmiten sentimientos nobles, y aunque vosotras sois... bueno –agachó la mirada ante la sonrisa de Alba-, yo nunca había tratado con mujeres así, pero siempre os critiqué sin ser conocedora de nada, solo pensaba que erais unas viciosas, que era imposible entre mujeres sentir un amor verdadero, siento si soy sincera pero me gusta serlo, para bien o para mal

A_ Y yo te lo agradezco –le sonrió

Ca_ Os juzgué como supongo que todo el mundo hace, pero me bastó veros cruzar una mirada para ver que estaba equivocada, me bastó hablar con Natalia para entender lo mucho que te ama, y me sobró ver tus ojos para poder aceptar a quien Dios puso ante mí, en la vida nada pasa porque sí, en todo hay un algo y un porque.

A_ Sin duda así es –miró a Natalia pensando en las palabras que le dijo sobre el destino en aquel mismo lugar-. ¿Pero en nuestro caso que algo y que por qué?.

Ca_ El amor que vi en vosotras, es el mismo amor que veía en los ojos de mi hijo hacia otro hombre –el tono de voz apareció totalmente diferente, ante Alba apareció otra Carmen totalmente distinta-. No lo supe entender, aunque en este pueblo habían casos de hombres... yo adoraba a mi hijo, fuera como fuera, pero mi marido nunca lo entendió, así que lo perdí por la incomprensión tanto de su padre como mía, quizá ese sea el porque desde que os conocí os llevo en mi corazón, de igual modo que lo llevo a él. Pero la incomprensión y también la intolerancia nos volvió egoístas y únicamente pensamos en nuestra vergüenza

A_ Los padres de Natalia también hicieron igual... le costó mucho que la aceptaran

Ca_ Yo me lamento todos los días y sé, aunque no me lo diga que mi Fermín también.

A_ ¿Y no sabes nada de él?.

Ca_ Sí –sonrió ampliamente-. Nos manda una carta cada dos meses, nos dice que está bien que ha conseguido su sueño y ha montado una peluquería de altos vuelos –dijo orgullosa-, pero todas las cartas vienen sin remitente, cuando tuve el accidente mi marido fue a Madrid y lo buscó por todas las peluquerías que encontró, quería darme una sorpresa y que el verlo me ayudara a reaccionar.

A_ Que tristeza ¿no? –la miró fijamente

Ca_ Sí, cuando os vi a vosotras reconocí en vuestros ojos a mi hijo, y bueno... quizá quise por una vez en la vida, dejar de lado todas las intransigencias contra lo que para muchos no es algo normal, me ganasteis el corazón hija, y cuando me llamaste no dude en ayudarte, como quizá debí hacer a mi hijo y no supe –sus ojos se volvieron tristes-. ¡Ay Alba!, que difícil es ser madre.

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora