Capítulo 45

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Afuera estaban esperando que la pareja saliera las tres mujeres con el niño, habían decidido de común acuerdo llevarlo con ellas.

R_ ¿Qué te ha dicho, Encarna?.

En_ Pues creo que hemos llegado en mal momento –sonrió haciendo una mueca simpática.

T_ ¡Encarna! –protestó con un tanto de vergüenza Teresa ante la frialdad y normalidad con la que habló-. Por favor que está aquí Danielito.

En_ No me seas antigua Teresa, mi hija y Natalia hacen el amor de igual manera que lo haces tú con tu marido, Rosario con el suyo y yo en mis tiempos que ya ni me acuerdo, con el mío.

R_ Tienes razón –admitió sonriendo Rosario-, pero no deja de ser un tanto... no sé...

En_ ¡Ay mira!, dejaros de tonterías, de cursilerías, y demás... las chicas tienen su intimidad como todos, y es de lo más normal.

T_ No si yo no digo que no Encarna pero...

En_ ¡La Virgen del Perpetuo Socorro!.

Las tres se miraron y rompieron en una gran carcajada que hizo que el pequeño rompiera también a reír.

Aún con la respiración entrecortada y con el gesto de fastidio, entró Alba al lavabo, Natalia se había terminado de duchar y al verla se giró con el gesto cambiado totalmente, Alba sintió un temblor en su cuerpo diferente al que hacia pocos instantes había sentido.

A_ Era mi madre, ya están aquí.

N_ Ya les vale, ¿cuándo se largan, eh? –mostraba enfado

A_ Nat cariño... ellas están aquí por ti.

N_ ¿Por mí? –se quejó y Alba la ayudó a salir del plato de la ducha-. Pues ya se pueden estar yendo mañana mismo, ¿se lo dices tú o yo?.

A_ Ninguna de las dos... –le dio el albornoz y cuando pasó los dos brazos le fue a besar pero Natalia se retiró. Entonces Alba la cogió suavemente por la barbilla y le dijo con su tono herido por el desaire-. No me hagas esto.

N_ ¿El qué? –la miró fijamente a los ojos.

A_ Apartarte.

N_ Como tú –le contestó sin apartar sus ojos de los suyos como si la estuviera retando, con el gesto de boca contraído.

A_ Nat por favor... –le rogó con cara de pena.

N_ ¿Me ayudas a vestirme o salgo en albornoz? –se separó nuevamente de ella.

A_ Te ayudo –la secó con cuidado y ternura para después hablarle con tiento-. Nat, afuera tienes una sorpresa... por favor...trata de centrarte.

N_ ¿Una sorpresa? –la miró dubitativa.

A_ Daniel.

N_ ¿Daniel?.

No pudo evitarlo, notó como un remolino de emociones la envolvían, notó como su corazón latía más fuerte, más rápido, era su hijo, sin controlar lo que estaba pasando en ella, sin poder controlarlo los ojos se le llenaron de lágrimas, rompió a llorar como una niña ante el gesto confundido de Alba, que se apresuró a abrazarla, entonces Natalia sintió que volvía a tenerlo todo, a su mujer y a su hijo, aquello la llenó de felicidad y se aferró fuertemente a Alba.

N_ No me sueltes.

A_ Nat... cariño...

N_ No me dejes.

A_ Claro que no...

N_ Te necesito.

A_ Me tienes.

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora