Capítulo 38

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En casa, Natalia había sentido un mareo, trató de tranquilizarse pensando que aquello era dado por el agotador estado de nervio que estaba pasando, pero el mareo repitió y lo hizo con más fuerza, tanta, que sintió que todo le daba vueltas y el mundo se desmoronaba a su alrededor mientras le quedo fuerza murmuró:

N_ Alba... Alba...

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R_ Cariño está todo preparado y ¡Natalia!, ¿qué te pasa hija?, ¡ay Dios mío!

Rosario se encontró con su hija inconsciente sobre el balancín, uno de sus brazos caía hasta el suelo donde el gato dejaba suaves lametazos y su cabeza aparecía ladeada con los ojos cerrados. Rosario la levantó como pudo, le golpeó la cara fuera de sí temiendo lo peor, trataba de escuchar su corazón que le parecía iba demasiado deprisa, sus nervios se estaban disparando ante la visión de su hija totalmente desfallecida.

R_ Natalia, Natalia por Dios hija... Natalia –decía llorando sin saber que hacer-. Alba tengo que llamarla, cariño... vamos reacciona, ¿pero cómo la dejo así?

Su inquietud crecía conforme se daba cuenta de la gravedad a la que se estaba enfrentando, pero justo en aquel momento donde la desesperación se estaba apoderando de todo su ser, oyó como un coche se acercaba. Dejó con cuidado a Natalia sobre el balancín y salió corriendo hasta el coche. En él venían Encarna y Fermín, el hombre parco en palabras le dijo las suficientes durante el corto trayecto dándole su apoyo sobre el consejo que acababa de darle a Alba. Al ver el estado de Rosario, con el rostro pálido y totalmente desencajado, salieron del coche con sus gestos de máxima preocupación.

R_ ¡Encarna es Natalia!, Fermín por favor...

En_ ¿Qué pasa hija? –le cogió las manos pues la notaba al borde de la histeria

R_ Se ha desmayado

En_ Pero...

No le dio tiempo a seguir hablando, pues Fermín corrió hasta el cuerpo desplomado de la pediatra que seguía yaciendo en aquel lugar totalmente inconsciente.

F_ ¡Rápido abran la cama!

En_ Sí, sí –corrió Encarna pues Rosario se había quedado bloqueada sin saber que hacer ni como reaccionar

F_ Llamen a Alba y al médico –le dijo antes de perderse por la casa con Natalia en brazos

En_ Ya lo hago yo Rosario –acudió a ella que seguía inmóvil en el porche-. Venga ve a su lado. ¿Qué ha pasado, dime?

R_ Estaba hablándome de Alba, de lo que pasaba por su cabeza –decía con un nudo en la garganta y sus manos cruzadas sobre el pecho dando muestras de su miedo mientras Encarna llamaba por teléfono-. Entré a poner la mesa, al salir a por ella para esperarte la encontré así...

En_ ¡Carmen! –le hizo una señal con su mano en alto para que aguardara

Ca_ ¿Qué pasa? –la mujer percibió en el tono de Encarna la angustia alertándose

En_ Rápido dile a mi hija que venga, Natalia está inconsciente y no sabemos que le pasa.

En su habitación terminando de dormir a Daniel se encontraba una Alba ajena a cuanto estaba ocurriendo, mantenía una sonrisa en sus labios pues la idea de ir a ver a Natalia por la noche y al día siguiente con su hijo le estaba haciendo sentir por fin, que el final de la pesadilla podía estar cerca. Cuando se abrió la puerta y vio el rostro de Carmen, todos sus pensamientos de alivio se vinieron abajo, se precipitó hasta la mujer que la miraba con temor sin poder ocultar que algo grave ocurría.

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora