Capítulo 33

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Durante el camino en coche que no fueron más de cinco minutos, Alba notaba cuanto amaba a Natalia, quizás más de lo que ella misma era capaz de entender, con cada segundo que se iba distanciando de ella, notaba un dolor mayor en su corazón, y ya no solo ese dolor se apoderó de ella, también la soledad, la inmensa soledad que le provocaba aquella marcha. Se preguntó mil veces si hacia lo correcto, se preguntó mil veces con que palabra de Natalia podía quedarse, si con la súplica o con el desprecio, si con sus ojos repletos de amor o con sus ojos repletos de odio. Así se había vuelto, la cara y la cruz de la luna. Quiso pensar que le estaba esperando su hijo, tenía casi cinco meses y poco lo había podido disfrutar, se culpó de eso también, se había volcado tanto en la madre, que había olvidado al hijo, sintió un nudo en el estómago que le costó deshacer.

J_ ¿Es aquí no, Alba? –la miró de reojo pero ella tenía sus ojos en un punto perdido del horizonte, ante su silencio Teresa se incorporó un poco hacia el asiento delantero y Javier le insistió-. ¡Alba!

A_ Perdona, ¿qué decías?

J_ ¿Si es por este camino?

A_ Sí, sí, bordea la fuente y la calle hacia arriba es, pero si quieres me podéis dejar aquí

J_ ¿Estás segura?

A_ Sí, me irá bien un poco de aire fresco que hoy hace frío –sonrió enmascarando la tristeza como pudo

J_ Alba... no quiero que pienses que has hecho algo indebido

A_ Lo sé... pero no puedo dejar de sentirme mal

J_ Ya... –le tomó la mano mirándola con cariño-, pero tú necesitas un poco de calma y tu hijo te necesita también

A_ Si –sonrió dándole dos golpes en la mano que tenía sobre la suya-. Venga marcharos que el marido de Teresa me va a denunciar. Gracias Javier

Una vez fuera, Teresa que iba a pasar al asiento delantero, la miró con detenimiento, le acarició la cara con ternura y se abrazaron, no necesitaron decir palabra alguna, pues sus ojos transmitieron los sentimientos de ambas, por parte de Alba agradecimiento, por parte de Teresa un amor maternal que no dudaba en demostrar con alguna lagrima y un temblor en su barbilla.

Los vio marcharse parada en la plaza, les saludó y cuando ya no veía el coche un estremecimiento, se apoderó de ella, sabía que no era el viento fresco que sopló en su cara, era el miedo, era el desamparo que sabía Natalia debía sentir, con el sonido fresco de la fuente, recibió algún pequeño rayo de sol como queriendo iluminar la calle por la que tenía que pasar, para poder estrechar a su hijo en brazos, allí estaba su otra parte, el ser que había vivido en las entrañas de su amor, el ser que le había hecho sentir otra clase de amor y otra clase de miedo, pensó que la podía perder por compartirla, pero nunca imaginó que la podía perder de aquella manera tan cruel como el destino les había propuesto en el camino de sus vidas. Lentamente, como si sus piernas fueran plomo, se marchó metiendo una mano en el bolsillo, acoplando su mochila a la espalda y con la que le quedaba libre y fría, llevó la maleta.

Al abrir la puerta, se encontró con Carmen y en sus brazos su hijo, al verlo todo cuanto había estado meditando y la extrañeza de no tener a Natalia a su alrededor le hicieron una mala pasada, y rompió a llorar intensamente mientras Carmen le daba al niño y los abrazaba a los dos con sus cálidos brazos.

Ca_ Vamos mi niña, ya está –le repetía pues Alba rompió a llorar sin poder controlar sus sentimientos y emociones-. Venga, dame al pequeño, ve dúchate que te he preparado un cocido que te vas a recuperar nada más de olerlo

A_ No Carmen, quiero estar con Daniel –lo miraba feliz aún con lagrimas

Ca_ Lo se, pero tienes todo el tiempo para estar con él, ahora necesitas quitarte todo cuanto traes, quiero que te relajes y que comas bien, ahora mando yo –le dijo sonriendo y en su sonrisa le transmitió una bondad tan fuerte que Alba no pudo negarse-. Todo va a ir bien... ya lo veras

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora